Viernes 4a. Semana- ¿Cómo me sitúo ante Jesucristo?


ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos, en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.




“Después de esto, Jesús andaba por Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Pero se acercaba la fiesta judía de las Tiendas.

Pero después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que este es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es.»

Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que verdaderamente me envía el que me envía; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de él y él es el que me ha enviado.»

Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.”
Jn 7,1-2.10.25-30





A lo largo de nuestra vida hemos ido acercándonos a Jesús, el Cristo. Pero este acercamiento no es lineal, vemos cómo muchas veces avanzamos, pero también nos descubrimos retrocediendo en nuestro seguimiento de Jesucristo.

En este tiempo de Cuaresma se nos invita a la reflexión, a la preparación para vivir los acontecimientos más importantes para un cristiano. ¿Realmente siento que sean los días más importantes para mí?

Cuando descubrimos que no somos fieles a Dios no debes olvidar quién eres, cómo eres. No podemos olvidar que Él ha querido acercarse a los seres humanos, desde nuestra propia realidad, aunque eso le lleve finalmente a la cruz. Sí, a veces, también soy yo el que me posiciono en tu contra, el que no quiere saber de ti, el que renuncia a la vida en ti, por seguir mi egocentrismo.

En este tiempo de preparación a la Pascua somos llamados a revisar nuestra vida, a descubrir lo bueno que vamos viviendo, pero también a cambiar aquello que nos aleja de Dios.

A veces volvemos a tratar de respondernos la gran pregunta: ¿Quién es Jesús?
Sabemos que Él es Dios, hecho hombre, pero… ¿No nos ocurre, como a algunosjudíos del tiempo de Jesús, que no queremos reconocerle? Esforcémonos por descubrirle, como el Mesías de Dios.


Cada vez que por amor de Dios compartimos nuestros bienes con el prójimo necesitado experimentamos que la plenitud de vida viene del amor y lo recuperamos todo como bendición en forma de paz, de satisfacción interior y de alegría.
El Padre celestial recompensa nuestras limosnas con su alegría.
(2008)

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Visita a los enfermos, los ancianos y los presos.

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««Hoy dejaré de comer un alimento de mi agrado (ayuno)»

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ORACIÓN
En este día, Señor, el Mesías, acudo a ti reconociendo tu presencia en mi vida, en las personas que me rodean y en los acontecimientos de mi sociedad y de mi mundo.

En este día, Señor, el Mesías, quiero acercarme a ti, a tu manera de vivir, para dejar que seas tú el que entre en mí. Así seré el que se llene de tu presencia, el que siga tu camino.

En este día, Señor, el Mesías, concédeme la gracia de descubrirte en mis hermanos, de acercarme a ellos, de vivir con ellos, de crecer con ellos.

En este día, Señor, el Mesías, líbrame de mis egoísmos, de cuanto me impide acercarme a ti y seguirte desde el Evangelio. Líbrame de creerme el mejor, de mirar a los demás con superioridad.

En este día, Señor, el Mesías, te ofrezco mis deseos de vivir según tu Palabra, te ofrezco mis deseos de acercarme a ti, mis deseos de prepararme durante este tiempo de Cuaresma.

Gracias, Señor, el Mesías, porque te manifiestas a los pequeños y sencillos.

Gracias, Señor, el Mesías, porque acudes a nuestro mundo a enseñarnos a amar incondicionalmente, despojándonos de nuestros egoísmos.

Gracias, Señor, el Mesías, porque nos quieres incondicionalmente, también cuando no soy capaz de reconocerte.




Haz silencio a tu alrededor, busca un lugar tranquilo. Ponte en una postura cómoda y relaja tu cuerpo. Cuando estés listo, deja que resuene en lo más profundo de ti las palabras del Evangelio.

¿Cómo resuena la Palabra de Dios en mi vida?, ¿en qué me interpela?, ¿cuál es el cambio al que me siento llamado en el día de hoy?

La Palabra, si quiero vivirla con sinceridad, me ha de llevar al compromiso. ¿A qué me comprometo hoy?



ORACIÓN FINAL

A Ti, Señor, que eres el Mesías esperado, acudimos en este día.
Queremos reconocerte, aceptarte, abrir nuestro corazón para que entres en él.
Danos la fuerza necesaria para saber vivirte de manera desprendida.
Danos la fuerza para renunciar a nuestros egoísmos.
Danos la fuerza para descubrirte en nuestros hermanos, hombres y mujeres de nuestro mundo, en aquellos que sufren y pasan necesidad.