ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios
y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos,
en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.
Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.” Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus siervos: “Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado”. Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.” Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
Lucas 15, 1-3.11-32
Pero, la parábola habla también del «hijo mayor», un hombre que permanece junto a su padre, sin imitar la vida desordenada de su hermano. Cuando le informan de la fiesta organizada por su padre para acoger al hijo perdido, queda desconcertado. Él nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño entre los suyos.
El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha acogido a su hermano. Es entonces cuando el hijo explota dejando al descubierto todo su resentimiento. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes del padre, pero no ha aprendido a amar como ama él. Ahora solo sabe exigir sus derechos y denigrar a su hermano.
Esta es la tragedia del hijo mayor. No entiende el amor de su padre a aquel hijo perdido. Él no acoge ni perdona, no quiere saber nada con su hermano.
Nos hemos habituado a hablar de creyentes e increyentes, de practicantes y de alejados, de matrimonios bendecidos por la Iglesia y de parejas en situación irregular... Mientras nosotros seguimos clasificando a sus hijos, Dios nos sigue esperando a todos, pues no es propiedad de los buenos ni de los practicantes. Es Padre de todos.
José Antonio Pagola
Cristo «me atrae hacia sí» para unirse a mí, a fin de que aprenda a amar a los hermanos con su mismo amor. (2007)
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Escribe una declaración de misión personal o familiar
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«Hoy practicaré la humildad y la sencillez»
«Hoy practicaré la humildad y la sencillez»
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ORACIÓN
Amar como tú, Señor
Eso es lo que yo sueño, Señor, amar como tú.
Quisiera tener un corazón inmenso, en el que cupieran todas las personas, de todos los rincones de la tierra, de los cinco continentes, de las más variadas situaciones.
Quisiera tener un corazón como el tuyo, que amara sin condiciones, que no criticara a nadie, que no juzgara nunca, que comprendiera siempre que escuchara al otro con empatía, que adivinara la necesidad del hermano, que supiera ser amigo incondicional, que fuera el compañero fiel, que facilitara la vida a todo el mundo.
Quisiera tener un corazón universal, como tú, que disculpa a la mujer adúltera, que desencorva a la preocupada, que cortaba la pérdida de energía, que se dejaba invitar a la mesa, que permitía que se le utilizara para sanar, que impulsaba el compartir panes y peces, que invitaba una mesa de fiesta y hermandad, que adivinaba la sed de la samaritana, que consolaba el dolor de un padre, que se dejaba mimar por una amiga, que estaba siempre con todos y para todos.
Dame un corazón como el tuyo, Jesús, grande, universal, disculpador, acogedor, tierno, amoroso, alegre, empático y divino.
Mari Patxi Ayerra
El «hijo mayor» es una interpelación para quienes creemos vivir junto a él. ¿Qué estamos haciendo quienes no hemos abandonado la Iglesia? ¿Asegurar nuestra supervivencia religiosa observando lo mejor posible lo prescrito, o ser testigos del amor grande de Dios a todos sus hijos e hijas? ¿Estamos construyendo comunidades abiertas que saben comprender, acoger y acompañar a quienes buscan a Dios entre dudas e interrogantes? ¿Levantamos barreras o tendemos puentes? ¿Les ofrecemos amistad o los miramos con recelo?
ORACIÓN FINAL
Como tú, Padfre, solo con misericordia podré siempre querer al otro y quererme a mí, podré siempre confiar en el otro y confiar en mí, podré siempre decirle la verdad y decírmela a mí, así Padre, el otro llegará a ver su enredo y yo el mío, el otro dejará de justificarse y dejaré de hacerlo yo, el otro aprenderá a disculparse y yo a perdonar.
Gracias Padre por tu abrazo.
Seve Lázaro, sj
Amar como tú, Señor
Eso es lo que yo sueño, Señor, amar como tú.
Quisiera tener un corazón inmenso, en el que cupieran todas las personas, de todos los rincones de la tierra, de los cinco continentes, de las más variadas situaciones.
Quisiera tener un corazón como el tuyo, que amara sin condiciones, que no criticara a nadie, que no juzgara nunca, que comprendiera siempre que escuchara al otro con empatía, que adivinara la necesidad del hermano, que supiera ser amigo incondicional, que fuera el compañero fiel, que facilitara la vida a todo el mundo.
Quisiera tener un corazón universal, como tú, que disculpa a la mujer adúltera, que desencorva a la preocupada, que cortaba la pérdida de energía, que se dejaba invitar a la mesa, que permitía que se le utilizara para sanar, que impulsaba el compartir panes y peces, que invitaba una mesa de fiesta y hermandad, que adivinaba la sed de la samaritana, que consolaba el dolor de un padre, que se dejaba mimar por una amiga, que estaba siempre con todos y para todos.
Dame un corazón como el tuyo, Jesús, grande, universal, disculpador, acogedor, tierno, amoroso, alegre, empático y divino.
Mari Patxi Ayerra
El «hijo mayor» es una interpelación para quienes creemos vivir junto a él. ¿Qué estamos haciendo quienes no hemos abandonado la Iglesia? ¿Asegurar nuestra supervivencia religiosa observando lo mejor posible lo prescrito, o ser testigos del amor grande de Dios a todos sus hijos e hijas? ¿Estamos construyendo comunidades abiertas que saben comprender, acoger y acompañar a quienes buscan a Dios entre dudas e interrogantes? ¿Levantamos barreras o tendemos puentes? ¿Les ofrecemos amistad o los miramos con recelo?
ORACIÓN FINAL
Como tú, Padfre, solo con misericordia podré siempre querer al otro y quererme a mí, podré siempre confiar en el otro y confiar en mí, podré siempre decirle la verdad y decírmela a mí, así Padre, el otro llegará a ver su enredo y yo el mío, el otro dejará de justificarse y dejaré de hacerlo yo, el otro aprenderá a disculparse y yo a perdonar.
Gracias Padre por tu abrazo.
Seve Lázaro, sj