ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios
y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos,
en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.
Jesús les contestó: “¿Pensáis que esos galileos eran más pecadores que los demás galileos, porque acabaron así? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis lo mismo. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿pensáis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y, si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.”
Y les dijo esta parábola: “Uno tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella, y no lo encontró. Dijo entonces al viñador: Ya ves: tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera, y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué va a ocupar terreno en balde? Pero el viñador contestó: “Señor, déjala todavía este año; yo cavaré alrededor y le echaré estiércol, a ver si da fruto. Si no, la cortas”.
Lucas 13, 1-9
Conocí en el pabellón psiquiátrico de la Modelo, una persona con un historial delictivo de consideración, entre otras cosas llevaba a sus espaldas algún asesinato y varios intentos. El equipo de tratamiento consideró que tras muchos años en diversos centros, estaba en condiciones de salir algún que otro fin de semana. Para ello era necesario hallar un lugar de acogida en régimen de alojamiento completo. El equipo topaba con un problema: nadie quería hacerse cargo de su acogida.
Pensé proponérselo a la comunidad, pero no me atreví, fui cobarde. Se lo propuse a otras personas, entidades y centros y en todos adiviné una mueca en su rostro que me decía: ¡llévatelo a tu casa!
¿Pensáis que era culpable? Ciertamente, la justicia dijo que era culpable y él mismo lo reconocía; pero no era más pecador que el resto.
¿Acaso era como una “viña estéril”? Mientras el equipo de tratamiento se afanaba en “podarla, echarle abono, cuidarla… el resto seguíamos pensando que lo mejor era cortarla definitivamente. La última vez que lo vi me entregó un libro que había escrito o se lo habían escrito, con una dedicatoria: “Desearía que me valoraras, aun sabiendo que soy culpable”
En la entrada de mi casa, teníamos un cartel que decía: “HAY QUE ENSANCHAR LA TIENDA”.
José Antonio Pagola
El apóstol Tomás reconoció a Jesús como «Señor y Dios» cuando metió la mano en la herida de su costado. No es de extrañar que, entre los santos, muchos hayan encontrado en el Corazón de Jesús la expresión más conmovedora de este misterio de amor.(2007)
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«Hoy y siempre estaré atento a poner en silencio mi celular cuando entre a un templo»
«Hoy y siempre estaré atento a poner en silencio mi celular cuando entre a un templo»
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ORACIÓN
Aléjame Señor de la tentación de sentirme buen hijo, porque no lo soy. Dame la sabiduría de descubrir mi arrogancia, mi egoísmo y mis derechos a “recibir tu herencia”. Líbrame de atreverme a juzgar a mi hermano y condenar sus actos y su vida, y lléname de tu amor para encontrar en mi corazón el deseo de perdón y de acogida a sus errores y egoísmos.
Inúndame de humildad y de fortaleza para afrontar y reconocerme pecador y necesitado de tu perdón. Dame conciencia de saberme privilegiado por tantos dones y bienes recibidos y dame también generosidad para despojarme y compartir con los hermanos más necesitados.
Ante tanto amor, Padre, me quedo sin respuesta y experimento miedo de no responder. Me vencen mis egoísmos y no me siento digno de estar a tu lado ni de entrar en tu “casa”. El regreso se me hace cuesta arriba y mis fuerzas desfallecen. Dame la paciencia y el valor de abandonarme en tus manos y dejarme conducir por tu Espíritu. Sé que no puedo, pero confío en tu gracia y en tu Misericordia.
Enciende mi corazón y llénalo de amor para que mi camino sea movido por el verdadero amor más que por intereses egoístas.
Más que identificarnos con la higuera estéril, o con el hombre que remueve la tierra para lograr que de fruto; entendamos que Jesús nos está hablando como a aquellos hombres que le preguntaron sobre el caso de los galileos. ¿Somos tan pecadores como ellos?
¿Acaso podremos decir, con la mano en el corazón, que no hemos sido deshonestos, o corruptos, o que no hemos permitido que Dios actúe en nosotros? Si Dios no nos quita la dureza del corazón ¿podremos ser personas que den frutos de caridad?
ORACIÓN FINAL
Como la higuera estéril, no doy, Señor, los frutos esperados. Mis manos vacías no presentan el gozo de cosecha de hartura, pero aguarda, Señor, no agotes tu paciencia.
De nuevo dedícame tu cuidado, porque una savia nueva ponga nuevo vivir en mí y al fin los frutos que con justicia esperas, serán gozo, en mí por habértelos dado y en Ti, por recibirlos.
(Web El testigo fiel)
Aléjame Señor de la tentación de sentirme buen hijo, porque no lo soy. Dame la sabiduría de descubrir mi arrogancia, mi egoísmo y mis derechos a “recibir tu herencia”. Líbrame de atreverme a juzgar a mi hermano y condenar sus actos y su vida, y lléname de tu amor para encontrar en mi corazón el deseo de perdón y de acogida a sus errores y egoísmos.
Inúndame de humildad y de fortaleza para afrontar y reconocerme pecador y necesitado de tu perdón. Dame conciencia de saberme privilegiado por tantos dones y bienes recibidos y dame también generosidad para despojarme y compartir con los hermanos más necesitados.
Ante tanto amor, Padre, me quedo sin respuesta y experimento miedo de no responder. Me vencen mis egoísmos y no me siento digno de estar a tu lado ni de entrar en tu “casa”. El regreso se me hace cuesta arriba y mis fuerzas desfallecen. Dame la paciencia y el valor de abandonarme en tus manos y dejarme conducir por tu Espíritu. Sé que no puedo, pero confío en tu gracia y en tu Misericordia.
Enciende mi corazón y llénalo de amor para que mi camino sea movido por el verdadero amor más que por intereses egoístas.
Más que identificarnos con la higuera estéril, o con el hombre que remueve la tierra para lograr que de fruto; entendamos que Jesús nos está hablando como a aquellos hombres que le preguntaron sobre el caso de los galileos. ¿Somos tan pecadores como ellos?
¿Acaso podremos decir, con la mano en el corazón, que no hemos sido deshonestos, o corruptos, o que no hemos permitido que Dios actúe en nosotros? Si Dios no nos quita la dureza del corazón ¿podremos ser personas que den frutos de caridad?
ORACIÓN FINAL
Como la higuera estéril, no doy, Señor, los frutos esperados. Mis manos vacías no presentan el gozo de cosecha de hartura, pero aguarda, Señor, no agotes tu paciencia.
De nuevo dedícame tu cuidado, porque una savia nueva ponga nuevo vivir en mí y al fin los frutos que con justicia esperas, serán gozo, en mí por habértelos dado y en Ti, por recibirlos.
(Web El testigo fiel)