Martes 3a semana- Perdona de corazón



ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios
y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos,
en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.




En aquel tiempo, se adelantó Pedro y preguntó a Jesús:
Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: “No te digo hasta siete voces, sino hasta setenta veces siete”. Y a propósito de esto, el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados.

Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así.

El empleado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo”. El señor tuvo lástima de aquel empleado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. Pero, al salir, el empleado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo
“Págame lo que me debes.” El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.” Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía.

Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. Entonces el señor lo llamó y le dijo: “¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste. ¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?” Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.
Mateo 18, 21-35





Estas palabras son centrales en el mensaje de reconciliación y de paz de Jesús. Jesús nos pide que creamos que el perdón es la puerta que conduce a la reconciliación. Diciéndonos que perdonemos a nuestros hermanos sin reservas, nos pide algo totalmente radical, pero también nos da la gracia para hacerlo.

Lo que desde un punto de vista humano parece imposible, irrealizable y, quizás, hasta inaceptable, Jesús lo hace posible y fructífero mediante la fuerza infinita de su cruz.

La cruz de Cristo revela el poder de Dios que supera toda división, sana cualquier herida y restablece los lazos originarios del amor fraterno.

“Tengan confianza en la fuerza de la cruz de Cristo. Reciban su gracia reconciliadora en sus corazones y compártanla con los demás.
Les pido que den un testimonio convincente del mensaje reconciliador de Cristo en sus casas, en sus comunidades y en todos los ámbitos de la vida nacional.
Espero que, en espíritu de amistad y colaboración con otros cristianos, con los seguidores de otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad... sean levadura del Reino de Dios en esta tierra”.

Extracto de la homilía del Papa Francisco,
18 de agosto de 2014.

La respuesta que el Señor desea ardientemente de nosotros es ante todo que aceptemos su amor y nos dejemos atraer por él(2007)

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Dile a alguien cómo ves que Dios utiliza sus dones.

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«Hoy afrontaré los problemas con serenidad»

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ORACIÓN
María está encinta y da a luz un hijo; y le pone por nombre Emmanuel.
Señor, Jesús, es tu Palabra hecha carne; es el mismo Dios, “porque el Tu y Él, sois una misma cosa”.
¿Es cierto Señor, que verlo es contemplarte?
Señor, quiero un signo tuyo “en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.
Señor, te lo pido, como si deseara tentarte”.
Y soy incapaz de reconocer que tu señal es Jesucristo, es el gran signo enviado.
Como Acaz, te tiento Señor.
Y sin reconocer tú gran signo, te pido “pequeñas menudencias”: que “bendigas a los míos…”, que “nosotros” tengamos vocaciones…, “que si no me das… no hago….”, “que si no se cura… no me interesas… , “que elimines mis leves molestias…

Me paso la vida tentándote.
Y tu señal que es Jesucristo, apenas influye en mi vida.
Si tuviera fe, tu señal iluminaría mi enfermedad, la muerte, la crisis, o las dificultades.
Si tuviera fe, todo sería nuevo, porque me llenarías de esperanza.
Por eso, pongo los ojos en Ti.
Creo en Ti, que haces que todo sea nuevo.
Sí, soy capaz de cambiar




¿Creo que la misericordia de Dios se manifiesta en el perdón?

La tradición bíblica presenta a un Dios “loco” de amor por su pueblo. ¿El amor de Dios, hace que crezca en mi el don la gratuidad, amando incluso a mis enemigos?

¿Entiendo que “comerciar” con el perdón y la relación humana interesada es propia de los fariseos?
El utilitarismo cotidiano hace que me pregunte: ¿Para qué me puede servir perdonar a quien no me puede pagar en la misma moneda?


Señor, que mi corazón se abra a tu presencia y tu palabra me haga crecer.

Quiero ser un verdadero discípulo, pero ¿cómo puedo serlo si muchas veces, por mi falta de paciencia, humillo a mis semejantes y no les doy trato digno?
Tú miras las profundidades de mi alma y conoces mi interior; por eso quiero que apartes de mí todo sentimiento negativo y de soberbia.

Enséñame a amar, pues el amor me hará comprender lo que es el perdón.
Enséñame a ver el dolor desde tu mirada, buscando siempre la comprensión.
Enséñame a seguirte sin mirar los errores y a tener la seguridad de que siempre encontraré en Ti una fuente de perdón que sane mis heridas.

Sé que me amas y me perdonas, pero necesito vencer las situaciones de rencor.
Que tu gracia y tu Espíritu me llenen de tu piedad.
Acompáñame para saber amar y perdonar como Tú me pides.
ORACIÓN FINAL
Líbrame Señor del egoísmo, de ser autosuficiente, de la soberbia, del odio, del rencor, del miedo y de la angustia; de la avaricia y de mis actitudes materialistas; de mis complejos no asumidos y de los traumas mantenidos; del sentimiento de soledad, de fracaso y de inseguridad; del espíritu de ira, enojo y agresividad...y de todo lo que me aparta de ti y de cualquier ser humano.
Líbrame, Señor. Amén