Lunes 3a. semana- La Anunciación del Señor


ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios
y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos,
en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.




En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.» Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»
Entonces dijo Dios: Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”.
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Isaías 7, 10-14; 8, 10




Tiene 15 años, la edad de María. Sin padres. Trabajando con su abuela en los hoteles de Tánger, aprendió francés.
Además del árabe y el francés, habla también el bereber. Pagó 1000 euros, y salió de su ciudad en una patera.
Eran 45 personas; dos chicas, cinco chicos y el resto adultos. La barca era endeble, de un solo motor y conducida por “un profesional” del estrecho.

El trayecto duro 24 horas: un tiempo de luz y una noche entera. Por la noche en el estrecho hay miedo a la oscuridad, al frío, pero sobre todo un miedo terrible a no llegar. Al pisar tierra, lo primero que se piensa es saber si estas viva o estás muerta; “si vives o sueñas”.

En un centro de Tarifa pasó cuatro días.
Al quinto, decidió continuar la aventura.
Sin dinero, ni recursos, se plantó en la carretera. Una furgoneta que va a Francia, la recoge a ella y una “amiga”. Cerca de la frontera finaliza el trayecto.
No ha llorado porque no tiene nada que llorar, y no volverá a su país porque no sabe si fue feliz. Pero será cocinera porque se lo prometió a su abuela.
Miriam, es un signo de la bondad de Dios.


Vivamos, pues, la Cuaresma como un tiempo «eucarístico», en el que, aceptando el amor de Jesús, aprendamos a difundirlo a nuestro alrededor con cada gesto y cada palabra.(2007)

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Haz ejercicio en el gimnasio o al aire libre como un ofrecimiento.

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«Hoy y siempre estaré atento a poner en silencio mi celular cuando entre a un templo»

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ORACIÓN
María está encinta y da a luz un hijo; y le pone por nombre Emmanuel.
Señor, Jesús, es tu Palabra hecha carne; es el mismo Dios, “porque el Tu y Él, sois una misma cosa”.
¿Es cierto Señor, que verlo es contemplarte?
Señor, quiero un signo tuyo “en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.
Señor, te lo pido, como si deseara tentarte”.
Y soy incapaz de reconocer que tu señal es Jesucristo, es el gran signo enviado.
Como Acaz, te tiento Señor.
Y sin reconocer tú gran signo, te pido “pequeñas menudencias”: que “bendigas a los míos…”, que “nosotros” tengamos vocaciones…, “que si no me das… no hago….”, “que si no se cura… no me interesas… , “que elimines mis leves molestias…

Me paso la vida tentándote.
Y tu señal que es Jesucristo, apenas influye en mi vida.
Si tuviera fe, tu señal iluminaría mi enfermedad, la muerte, la crisis, o las dificultades.
Si tuviera fe, todo sería nuevo, porque me llenarías de esperanza.
Por eso, pongo los ojos en Ti.
Creo en Ti, que haces que todo sea nuevo.
Sí, soy capaz de cambiar




Para acoger a Dios es necesaria la paz interior que hallo en el silencio y la paz exterior para descubrir los signos de su presencia.
La paz interior, hará que “el anunciado” caiga en mi interior como la lluvia cae lentamente en la tierra, como la nieve besa suavemente la tierra.
Y la paz exterior, hará que no pierda detalle de cuánto se presenta en mi vida como imagen tuya.
Si el silencio es necesario para escuchar, solo deseo callar y escuchar.


ORACIÓN FINAL
Señor Dios nuestro, que quisiste que tu Hijo se hiciera humano en el seno de María, concédeme aclamarlo como Hijo de Dios.
Que pueda ser reflejo de tu bondad acogiendo a los que deciden cambiar el rumbo de su vida.
Te lo pido por Jesucristo, del que creo que es, junto con el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén