Martes 4a. Semana- De verdad, ¿quieres sanar?


ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos, en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.




Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua.

“Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?» Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo.»

Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda.» Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.
Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla. Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: Toma tu camilla y anda.» Ellos le preguntaron: « ¿Quién es el hombre que te ha dicho: Tómala y anda?» Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar.

Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor.»

El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.”
Jn 5,1-3.5-16





El abrazo que transforma

Muchos años, mucho tiempo paralíticos.
Al menos el paralítico del evangelio quiso ser curado. Sabía que si alguien no le ayudaba a llegar al agua de la piscina nunca sanaría. Y cuando Jesús le pregunta si quiere ser curado, responde rotundamente que sí. Se levantó, tomó la camilla y echó a andar. Puso los medios, pagó el precio y quedó libre para caminar. Tuvo que afrontar las preguntas de algunos a quienes no les pareció bien que llevara la camilla porque era sábado.

Claro que ser curado, sanar, tiene un precio. Nos hemos acostumbrado a nuestras rutinas, comodidades, a convivir con la mediocridad. Cambiar, levantarnos, tomar la vida en nuestras manos supone abrir los ojos a nuestra realidad, ser conscientes de lo que estamos haciendo con nuestra vida.

Cambiar desde nuestro ser cristiano significa fiarse de Jesús, mirarle de frente y decirle: Sí, merece la pena cambiar.

Quiero ser sanado. Y enseguida levantarse y ponerse en camino y darse cuenta de que hay muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos que necesitan que alguien los mire, les eche una mano, les ayude a caminar.
Nos reconoceremos sanados si nos ponemos de parte de los que sufren, de los marginados por cualquiera de las muchas causas de las que somos parte.


Que María, Madre y Esclava fiel del Señor, ayude a los creyentes a proseguir la “batalla espiritual” de la Cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica de la limosna
(2008)

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Confiésate y haz examen de conciencia diariamente

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«Hoy oraremos en familia antes de dormir»

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ORACIÓN
Que Dios te bendiga con la incomodidad, frente a las respuestas fáciles, las medias verdades, las relaciones superficiales, para que seas capaz de profundizar dentro de tu corazón.

Que Dios te bendiga con la ira, frente a la injusticia, la opresión y la explotación de la gente, para que puedas trabajar por la justicia, la libertad y la paz.

Que Dios te bendiga con lágrimas, para derramarlas por aquellos que sufren dolor, rechazo, hambre y guerra, para que seas capaz de extender tu mano, reconfortarlos y convertir su dolor en alegría.

Y que Dios te bendiga con suficiente locura, para creer que tú puedes hacer una diferencia en este mundo, para que tú puedas hacer lo que otros proclamanque es imposible.
Bendición franciscana




Toma conciencia de ti mismo y entra en tu interior.

Hazte la pregunta ¿De verdad quiero ser sanado? O ¿prefiero seguir con la vida que llevo, que no me llena, pero a la que me he acostumbrado?

No te respondas con palabras, queda en silencio y deja que la pregunta resuene en tu interior. Imagina que es Jesús el que te hace la pregunta.



ORACIÓN FINAL

Abre mis ojos para ver tu trabajo silencioso en mi vida.
Convénceme en lo profundo del corazón para admitir tu sanación, para experimentar que todo aquello a lo que me apego no apaga mi sed.
Que experimente el vacío para ser consciente de que tú puedes llenar mi vida y transformarme, y así también podré contribuir a la sanación de los demás