Domingo 4a Semana- Olvida tu egocentrismo, aprende a perdonar y a pedir perdón


ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos, en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.




“Todos los publicanos y los pecadores se acercaban a él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este acoge a los pecadores y come con ellos.» Entonces les dijo esta parábola.
“Dijo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino. «Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos.

Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: “¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros.” Y, levantándose, partió hacia su padre. «Estando él todavía lejos, le vió su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: “Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo.” Pero el padre dijo a sus siervos: “Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado.” Y comenzaron la fiesta.

«Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él le dijo: “Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano.” Él se irritó y no quería entrar. Salió su padre, y le suplicaba.
Lc 15,1-3.11-32






El Evangelio del día de hoy nos propone uno de los pasajes más conocidos del Nuevo Testamento: la parábola del “Hijo Pródigo” o del “Padre Bueno”. Quizá también podríamos titularla como la parábola del “Hermano Egocéntrico”.
Muchas veces, al leer este relato, nos comparamos con el hermano pequeño También, en ocasiones, se nos invita a ser como el padre, que perdona hasta las ofensas más grandes de sus hijos.

Fijémonos hoy en el hermano mayor, quien siempre se ha regido por el “cumpli-miento” de la voluntad del padre. Quizá aquí nos podamos también descubrir a nosotros, los que “siempre” hemos estado siguiendo a Dios desde nuestra vocación de casados, religiosos, sacerdotes…

Como al hermano mayor, muchas veces nos cuesta salir de nosotros mismos, dejar de lado nuestro egocentrismo, darnos cuenta de que no somos el centro de todo lo que ocurre.

Hoy, tras leer el Evangelio, se nos invita a reflexionar cómo vivimos nuestro día a día, cómo son nuestras relaciones, cómo nos mostramos ante los demás.
Necesitamos salir de nosotros mismos para poder perdonar al que se equivoca.
Necesitamos entrar en Dios para poder quitarnos nuestras máscaras y admitir que también nosotros necesitamos de su perdón, del perdón por nuestros egoísmos, del perdón de nuestra soberbia.

La Cuaresma es un tiempo propicio para aprender a permanecer con María y Juan, el discípulo predilecto, junto a Aquel que en la cruz consuma el sacrificio de su vida por toda la humanidad(2007)

*******


Descarta las pantallas de televisión o que sirven para entretenimiento.

*******
«Hoy compartiré un plato de comida con quien lo necesite»

*******

ORACIÓN
Padre Bueno que siempre estás dispuesto a acoger a tus hijos queridos, haznos reconocerte como el mejor de los padres. Padre Bueno que en todo momento estás atento a las necesidades de quienes acuden a ti, danos la gracia de descubrirte en nuestras vidas y de acudir a ti siempre, en todo momento. 

Padre Bueno que sales al encuentro de tus hijos necesitados, ayúdanos para salir también nosotros al encuentro de los necesitados de hoy, de nuestro entorno, de nuestro mundo.

Padre Bueno que ofrece el amor pleno a quienes están dispuestos a entrar en tu casa, sácianos con el hambre de ti, de tu presencia, de la oración continua. 

Padre Bueno que no te olvidas de ninguno de tus hijos, concédenos el que no nos olvidemos de ti, que no caigamos en el error de vivir como si tú no existieras, malgastando los dones que de ti hemos recibido de manera gratuita 

Necesitamos de tu perdón y de tu acogida, por eso te decimos: Padre Bueno. 
Necesitamos de tu ternura y tu cariño, por eso te decimos: Padre Bueno. Necesitamos de nuestros hermanos para poder descubrirte, por eso te decimos: Padre Bueno. 
Necesitamos desprendernos de nuestros egoísmos y debilidades, por eso te decimos: Padre Bueno.



Haz silencio en tu interior. Acalla las voces que resuenan dentro de ti. Relee tranquilamente el texto del Evangelio, tratando de revivirlo como un personaje que observa la escena. ¿Dónde me sitúo?, ¿en qué personaje me siento reflejado? Intenta descubrirte en diálogo con el padre, como hermano mayor o como hermano menor, en tu quehacer de cada día. Elige uno o dos momentos, que reflejan lo concreto de tu vida, y ofréceselo al Padre Bueno.


ORACIÓN FINAL

Padre Bueno, que siempre estás dispuesto a perdonar, que siempre estás atento para acoger en tu seno a quien necesita de ti.
Concédenos la gracia de saber acudir a ti.
Concédenos tu ayuda para saber reconocer nuestros fallos, nuestros egoísmos, nuestras debilidades.
Concédenos tu perdón y acógenos como a tus hijos queridos.
Te lo pedimos a ti, que eres Padre Bueno. Amén.