ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios
y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos,
en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mien
ue quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo: “Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”. Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».
Lucas 16, 19-31”
El contraste entre los dos protagonistas de la parábola es trágico.
El rico solo piensa en «banquetear espléndidamente cada día», en derrochar. Este rico no tiene nombre pues no tiene identidad. Su vida vacía de compasión es un fracaso.
Su pecado es la indiferencia.
Echado en el portal de su mansión yace un mendigo hambriento, cubierto de llagas. Nadie le ayuda. No posee nada, pero tiene un nombre portador de esperanza.
Se llama «Lázaro», que significa «Mi Dios es ayuda».
Su suerte cambia radicalmente en el momento de la muerte. El rico es enterrado, seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al «reino de los muertos». También muere Lázaro. Nada se dice de rito funerario alguno, pero «los ángeles lo llevan al seno de Abrahán». Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.
Está creciendo en nuestra sociedad la apatía o falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Evitamos de mil formas el contacto directo con las personas que sufren.
Hemos aprendido a reducir el hambre, la miseria o la enfermedad a datos que nos informan de la realidad sin apenas tocar nuestro corazón. Quien sigue a Jesús se va haciendo más sensible al sufrimiento de quienes encuentra en su camino.
Se acerca al necesitado y, si está en sus manos, trata de aliviar su situación.
J.A. Pagola
El rico solo piensa en «banquetear espléndidamente cada día», en derrochar. Este rico no tiene nombre pues no tiene identidad. Su vida vacía de compasión es un fracaso.
Su pecado es la indiferencia.
Echado en el portal de su mansión yace un mendigo hambriento, cubierto de llagas. Nadie le ayuda. No posee nada, pero tiene un nombre portador de esperanza.
Se llama «Lázaro», que significa «Mi Dios es ayuda».
Su suerte cambia radicalmente en el momento de la muerte. El rico es enterrado, seguramente con toda solemnidad, pero es llevado al «reino de los muertos». También muere Lázaro. Nada se dice de rito funerario alguno, pero «los ángeles lo llevan al seno de Abrahán». Con imágenes populares de su tiempo, Jesús recuerda que Dios tiene la última palabra sobre ricos y pobres.
Está creciendo en nuestra sociedad la apatía o falta de sensibilidad ante el sufrimiento ajeno. Evitamos de mil formas el contacto directo con las personas que sufren.
Hemos aprendido a reducir el hambre, la miseria o la enfermedad a datos que nos informan de la realidad sin apenas tocar nuestro corazón. Quien sigue a Jesús se va haciendo más sensible al sufrimiento de quienes encuentra en su camino.
Se acerca al necesitado y, si está en sus manos, trata de aliviar su situación.
J.A. Pagola
Quien no da a Dios, da demasiado poco. (2006)
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Evangeliza desde las redes sociales
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«Hoy me desapegaré de los bienes materiales y abriré los ojos a los bienes superiores”
«Hoy me desapegaré de los bienes materiales y abriré los ojos a los bienes superiores”
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ORACIÓN
Clama al cielo
Mientras unos vivimos en una casa cómoda, otros hermanos a estas horas están en la calle, sin más manta que unos cartones, sin más luz que la de las farolas.
Mientras unos comemos más que suficiente, otros, muchos, pasan hambre y hasta se mueren, por no tener algo que llevarse al estómago, y nuestras neveras y armarios rebosan de todo.
Clama al cielo
Mientras unos vivimos en una casa cómoda, otros hermanos a estas horas están en la calle, sin más manta que unos cartones, sin más luz que la de las farolas.
Mientras unos comemos más que suficiente, otros, muchos, pasan hambre y hasta se mueren, por no tener algo que llevarse al estómago, y nuestras neveras y armarios rebosan de todo.
Mientras unos andan en la patera, jugándose la vida, en busca de comida y de una vida digna, a otros nos sobra de todo, espacio, casa, ropa, alimentos, amigos, asistencia sanitaria y comodidad.
Mientras algunos están tirados por las calles, maltratados, enfermos, drogándose o utilizándose, otros vivimos rodeados de gente que nos quiere, nos potencia y apenas vemos a los que están sufriendo.
Mientras unos hijos tuyos, Padre, tienen una vida que no es vida otros nos damos la gran vida.
¡Urge que rompamos distancias y nos encontremos Hay que compartir y repartir, porque lo que a unos les sobraes, justo, lo que a otros les falta.
Te tiene que doler el corazón, Padre, al ver esta desigualdad en que vivimos, tus hijos tan queridos, unos como otros.
Ayúdanos a romper las diferencias, enséñanos a compartir las pertenencias, impulsa en nosotros tu Amor, para que nos tratemos todos como hermanos
Mari Patxi Ayerra
Vuelvo ahora la mirada a los lázaros de este mundo, intento mirarlos, sin apartar la vista, y tratando de encontrar la pregunta escondida que a través de ellos me haces, si tenerte miedo, sin sentir miradas acusadoras.
Sabiéndome en camino, abriéndome a tu sugerencia cariñosa.
Siento tu llamada a encontrarme hoy con mis lázaros, a no darles la espalda, a ver sus llagas y a calmar su hambre, a compartir con ellos lo que tengo y soy, como hiciste tú
ORACIÓN FINAL
Y ahí sigo, Señor, en este mundo, dividido entre lázaros y epulones.
Las mesas están bien provistas para quien puede sentarse a ellas, pero, en la puerta, en las fronteras y en los mares, vagan muchos que no parecen tener sitio. Y yo me sigo conformando con decirme que no hay nada que hacer.
Dame el empujón para mirarles a la cara y compartir lo que soy y tengo.