Domingo 5a Semana-Yo tampoco te condeno


ORACIÓN INICIAL
Señor, te pedimos que nos defiendas de todos los peligros de la mente y del cuerpo y, a través de la intercesión de María, siempre Virgen, Madre de Dios y de san José, de tus santos apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos, en tu amorosa bondad nos asegures la salvación y la paz; y que una vez superados todos los errores y adversidades tu Iglesia pueda servirte en seguridad y libertad.




En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.
Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»
Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo.
Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos.
Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.
Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?»
Ella contestó: «Ninguno, Señor.»
Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»
Juan 8, 1-11




Así es quien considera tener la fuerza, el dominio… pero también lo es aquel que hace gala de supremacía moral. Domina los parlamentos, encabeza manifestaciones y … dictamina sobre los demás, les enjuicia.

Jesús escribe en el suelo… se desmonta el circo, caen las piedras de las manos. La fuerza de su autoridad moral, la verdad que lanza contra el rostro de los avasalladores presentes, la mirada misericorde de la buena gente que presencia la escena,… rompen los argumentos acusadores. Mujer, ¿nadie te ha condenado? Vete y no peques más.

Es reconfortante escuchar la meditación del Papa Francisco en torno al evangeliode hoy:
«¡Quien de vosotros esté sin pecado, tire la primera piedra contra ella!»”. El Evangelio, con una cierta ironía, dice que los acusadores se fueron, uno a uno, comenzando por los más ancianos.
Y Jesús se queda solo con la mujer, como un confesor, diciéndole: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado? ¿Dónde están? Estamos solos, tú y yo.
Tú ante Dios, sin las acusaciones, sin las habladurías. ¡Tú y Dios! ¿Nadie te ha condenado?».
La mujer responde: «¡Nadie, Señor!», pero ella no dice: «¡Ha sido una falsa acusación! ¡Yo no he cometido adulterio!» Reconoce su pecado y Jesús afirma: «¡Yo tampoco te condeno! Ve, ve y de ahora en adelante no peques más, para no pasar por un momento tan feo como este; para no pasar tanta vergüenza; para no ofender a Dios, para no ensuciar la hermosa relación entre Dios y su pueblo».

¡Jesús perdona! Pero aquí se trata de algo más que del perdón: Jesús supera la ley y va más allá. No le dice: ‘¡El adulterio no es pecado!’ Pero no la condena con la ley. Y este es el misterio de la misericordia de Jesús.
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 7 de abril de 2014, en Santa Marta



Que la Virgen María, Causa nostræ laetitiæ, nos sostenga en el esfuerzo por liberar nuestro corazón de la esclavitud del pecado para que se convierta cada vez más en “tabernáculo viviente de Dios”.
(2009)

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Abstente de comentarios desagradables, maliciosos o sarcásticos incluso en la mente.

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« «Hoy buscaré la oportunidad para confesarme»

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ORACIÓN
La doble medida

Señor, disculpa mis flaquezas, mis caídas y silencios.
Dame otra oportunidad. Olvida mis negaciones,mi tibieza, mis eternas contradicciones.
Ábreme otra vez la puerta, acógeme en tu casa y en tu abrazo.

Tú, que sabes cómo soy.Perdona tú, Hijo, a quien te hirió con sus flaquezas, sus caídas y silencios…a quien no estuvo a la altura, a quien no supo quererte bien…

Pero ¿por qué? ¿para que me vuelva a herir, me falle de nuevo, o me deje en la estacada?

¿Cómo olvidar la decepción, las medianías, las perpetuas frustraciones?
¿Por qué mantener la puerta abierta, mi casa dispuesta y el brazo tendido?

He ahí el dilema, constante y humano. La doble medida. La piedad suplicada para uno mismo y negada al otro. El amor acogido con gratitud, pero entregado con cuentagotas.
La claridad ante la necesidad propia, que se vuelve ceguera ante lo ajeno.

Aprended de mí, que soy Dios de misericordia.




Cuando se habla de ley, siento un escalofrío que me hace refugiar tras la protección de la ÚNICA ley: Amar a Dios y al prójimo…

Una vez más la Palabra de Jesús nos invita a mirar hacia dentro, a descubrir el Amor que Dios ha puesto en mí, para liberarme de la ley, y tratar de ver a los demás con esa mirada amorosa, limpia que no juzga ni condena, sino que deja vivir en libertad y levanta a los demás de sus miserias….

¿Cómo es mi mirada? ¿Quién necesita que en estos momentos lo mire con esta mirada de la que me habla la Palabra?



ORACIÓN FINAL

Renueva Señor mi mirada, hazme descubrir la profundidad de la vida de quienes me rodean, para que pueda contemplar tu presencia.

Ayúdame a mirar el mundo siendo consciente de que Tú lates en él, y vas poniendo luz en cada vida que me rodea, en cada circunstancia que vivo… hoy se abren de nuevo infinitas posibilidades, ayúdame Señor a saborearlas contigo.