Día 7-Cómo sobrellevó Cristo todos los sufrimientos

Martes de la primera semana de Cuaresma


Los padecimientos humanos pueden considerarse de dos modos: 
1º) En cuanto a la especie, y así no convino que Cristo sufriese todo padecimiento, porque muchas especies de padecimientos son contrarias entre sí, como cuando uno se quema por el fuego o es sumergido en el agua; ahora hablamos de los padecimientos inferidos exteriormente, puesto que no fue conveniente que él sufriese los padecimientos que son causados interiormente, como son las enfermedades corporales.

2º) En cuanto al género; sufrió todo padecimiento humano, lo cual puede considerarse de tres maneras: 

1ª) Por parte de los hombres de quienes recibió padecimiento, pues padeció algo de los gentiles, de los judíos, de los hombres y de las mujeres, como se manifiesta por las sirvientas que acusaban a San Pedro.

Padeció también por parte de los príncipes y de sus ministros y del pueblo, según aquello del Salmo (2, 1, 2): ¿Por qué bramaron las gentes, y los pueblos meditaron cosas vanas? Asistieron los reyes de la tierra, y se mancomunaron los príncipes contra el Señor, y contra su Cristo. Padeció también de parte de los amigos y conocidos, como se manifestó cuando Judas le entregó, y Pedro le negó.

2ª) Por todo lo que el hombre puede padecer. En efecto, Cristo sufrió por sus amigos que lo abandonaban; en su reputación, por las blasfemiasproferidas contra él; en su honra y gloria, por los escarnios y afrentas que se le causaron; en sus cosas, porque hasta fue despojado de sus vestiduras; en su alma, por la tristeza, tedio y temor, y en su cuerpo, por las heridas y azotes.

3ª). En sus miembros corporales. Porque Cristo sufrió en su cabeza la corona de punzantes espinas; en su pies y manos, taladrados por los clavos; en su rostro, las bofetadas y salivazos; y azotes en todo el cuerpo.

Padeció también con todos sus sentidos corporales: con el del tacto, al ser flagelado y crucificado con los clavos; con el del gusto, al beber hiel y vinagre; con el del olfato, al ser suspendido en un patíbulo levantado en un lugar que los cadáveres hacían fétido y que se llamaba Calvario; con el del oído, al ser atacado por las voces de blasfemos y burladores; con el de la vista, al ver llorar a su Madre y al discípulo a quien amaba.

Por lo que hace a la eficacia, ciertamente el más mínimo de los padecimientos de Cristo hubiese bastado para redimir al género humano de todos sus pecados; pero según la conveniencia, fue preciso que sufriese todo género de padecimientos.

(3ª, q. XLVI, a. 5)