Día 37-La mayor señal del amor de Cristo

Jueves de la quinta semana de Cuaresma



Parece que Cristo nos dio mayor prueba de amor entregando su cuerpo en comida que padeciendo por nosotros. 
Porque el amor de la patria es más perfecto que el amor de aquí abajo. Pero aquel beneficio que Cristo nos dio, entregándonos su cuerpo en manjar, más se asimila a la caridad de la patria en la que disfrutaremos plenamente de Dios. 

Y la Pasión que sufrió por nosotros más se asimila a la caridad de esta vida, en la cual nos estamos expuestos a padecer por Cristo. 
Luego es mayor señal de amor el habernos dado Cristo su cuerpo en comida, que el haber padecido por nosotros.

Mas en contra está lo que se dice en San Juan: Ninguno tiene mayor amor que éste, que es poner su vida por sus amigos (Jn, 15, 13). Cuando se trata del amor de los hombres nada hay más poderoso que el amor con que uno se ama a sí mismo. 
Y por consiguiente, a ese amor debe tornarse como medida de todo amor para los demás. Corresponde al amor con que uno se ama a sí mismo querer el bien para sí. Por eso es evidente que uno ama tanto más a otro, cuanto más abandona el bien propio en favor del amigo, conforme a aquello de los Proverbios: El que por el amigo no hace caso del daño, es justo (12, 26).

Mas el hombre quiere para sí un triple bien: su alma, su cuerpo y los bienes exteriores. Es, pues, prueba de amor el padecer detrimento en las cosas exteriores por amor a otro. Pero es mayor señal de amor, si alguien sufre también detrimento en su propio cuerpo, ya sean trabajos, ya azotes, por el amigo.

Mas la mayor prueba de amor será abandonar la vida, muriendo por su amigo.

Luego la mayor prueba del amor de Cristo fue sacrificar su vida padeciendo por nosotros. El habernos dado su cuerpo como manjar en el sacramento, no le causó ningún detrimento. De donde resulta evidente que lo primero es la mayor señal de amor. Por esto este sacramento es memorial y figura de la Pasión de Cristo. Mas la verdad es más excelente que la figura; y la realidad más que el memorial.

Ciertamente la dádiva del cuerpo de Cristo en el sacramento es una figura del amor con que Dios nos ama en la patria; mas su Pasión pertenece al mismo amor de Dios, que nos saca de la perdición para llevarnos a la patria. No obstante el amor de Dios no es mayor en el cielo de lo que es al presente.
(Quodl. V, q. III, a. 2)