En este comienzo de la Cuaresma, recordamos algunos datos esenciales que los católicos deben tener en cuenta sobre el Miércoles de Ceniza, con el fin de vivir intensamente este tiempo litúrgico y prepararse para la Pascua.
1. Miércoles de Ceniza es el primer día de Cuaresma
Con el Miércoles de Ceniza inician los 40 días en los que la Iglesia llama a los fieles a la conversión y a prepararse verdaderamente para vivir los misterios de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
El Miércoles de Ceniza es una celebración contenida en el Misal Romano. Este explica que en la Misa se bendice e impone en la frente de los fieles la ceniza hecha de las palmas bendecidas en el Domingo de Ramos del año anterior.
2. Imposición de cenizas surge en los primeros siglos del cristianismo
La tradición de imponer la ceniza se remonta a la Iglesia primitiva. Por aquel entonces las personas se colocaban la ceniza en la cabeza y se presentaban ante la comunidad con un “hábito penitencial” para recibir el Sacramento de la Reconciliación el Jueves Santo.
La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años D.C. y a partir del siglo XI, la Iglesia en Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.
3. La ceniza recuerda la necesidad de la misericordia de Dios
La ceniza es un símbolo. Su función está descrita en un importante documento de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, más precisamente en el artículo 125 del "Directorio sobre la piedad popular y la liturgia":
“El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”.
4. Las cenizas tienen más de un significado
La palabra ceniza, que proviene del latín "cinis", representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.
La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).
5. Las cenizas se producen con las palmas del Domingo de Ramos
Para la ceremonia se deben quemar los restos de las palmas (y ramos de olivo) bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. Estas son rociadas con agua bendita y luego aromatizadas con incienso.
6. Las cenizas se imponen en la frente al término de la homilía
Este acto tiene lugar en la Misa al término de la homilía y está permitido que los laicos ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».
Luego, quien recibe las cenizas debe retirarse en silencio meditando la frase o invitación que la acaban de hacer.
7. Las cenizas también pueden imponerse sin Misa
Cuando no hay sacerdote la imposición de cenizas puede realizarse sin Misa, de forma extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto se preceda con una liturgia de la palabra.
Es importante recordar que la bendición de las cenizas, como todo sacramental, solo puede realizarla un sacerdote o diácono.
8. Las cenizas pueden ser recibidas por no católicos
Puede recibir este sacramental cualquier persona, inclusive no católica. Como especifica el Catecismo (1670 y siguientes) los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo como sí lo hacen los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia estos «preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella».
9. No es obligatorio recibir las cenizas
El Miércoles de Ceniza no es día de precepto y por lo tanto la imposición de ceniza no es obligatoria. No obstante, ese día concurre una gran cantidad de personas a la Santa Misa, algo que siempre es recomendable.
10. En Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y la abstinencia
La Cuaresma adquirió un sentido penitencial para todos los cristianos casi 400 años D.C. y a partir del siglo XI, la Iglesia en Roma impone las cenizas al inicio de este tiempo.
3. La ceniza recuerda la necesidad de la misericordia de Dios
La ceniza es un símbolo. Su función está descrita en un importante documento de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, más precisamente en el artículo 125 del "Directorio sobre la piedad popular y la liturgia":
“El comienzo de los cuarenta días de penitencia, en el Rito romano, se caracteriza por el austero símbolo de las cenizas, que distingue la Liturgia del Miércoles de Ceniza. Propio de los antiguos ritos con los que los pecadores convertidos se sometían a la penitencia canónica, el gesto de cubrirse con ceniza tiene el sentido de reconocer la propia fragilidad y mortalidad, que necesita ser redimida por la misericordia de Dios. Lejos de ser un gesto puramente exterior, la Iglesia lo ha conservado como signo de la actitud del corazón penitente que cada bautizado está llamado a asumir en el itinerario cuaresmal. Se debe ayudar a los fieles, que acuden en gran número a recibir la Ceniza, a que capten el significado interior que tiene este gesto, que abre a la conversión y al esfuerzo de la renovación pascual”.
4. Las cenizas tienen más de un significado
La palabra ceniza, que proviene del latín "cinis", representa el producto de la combustión de algo por el fuego. Esta adoptó tempranamente un sentido simbólico de muerte, caducidad, pero también de humildad y penitencia.
La ceniza, como signo de humildad, le recuerda al cristiano su origen y su fin: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gn 2,7); "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).
5. Las cenizas se producen con las palmas del Domingo de Ramos
Para la ceremonia se deben quemar los restos de las palmas (y ramos de olivo) bendecidas el Domingo de Ramos del año anterior. Estas son rociadas con agua bendita y luego aromatizadas con incienso.
6. Las cenizas se imponen en la frente al término de la homilía
Este acto tiene lugar en la Misa al término de la homilía y está permitido que los laicos ayuden al sacerdote. Las cenizas son impuestas en la frente, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras bíblicas: «Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás», o «Conviértete y cree en el Evangelio».
Luego, quien recibe las cenizas debe retirarse en silencio meditando la frase o invitación que la acaban de hacer.
7. Las cenizas también pueden imponerse sin Misa
Cuando no hay sacerdote la imposición de cenizas puede realizarse sin Misa, de forma extraordinaria. Sin embargo, es recomendable que al acto se preceda con una liturgia de la palabra.
Es importante recordar que la bendición de las cenizas, como todo sacramental, solo puede realizarla un sacerdote o diácono.
8. Las cenizas pueden ser recibidas por no católicos
Puede recibir este sacramental cualquier persona, inclusive no católica. Como especifica el Catecismo (1670 y siguientes) los sacramentales no confieren la gracia del Espíritu Santo como sí lo hacen los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia estos «preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella».
9. No es obligatorio recibir las cenizas
El Miércoles de Ceniza no es día de precepto y por lo tanto la imposición de ceniza no es obligatoria. No obstante, ese día concurre una gran cantidad de personas a la Santa Misa, algo que siempre es recomendable.
10. En Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y la abstinencia
El Miércoles de Ceniza es obligatorio el ayuno y la abstinencia, como en el Viernes Santo, para los mayores de 18 años y menores de 60. Fuera de esos límites es opcional.
Ese día los fieles pueden tener una comida “fuerte” una sola vez al día.
La abstinencia de comer carne es obligatoria desde los 14 años.
La abstinencia de comer carne es obligatoria desde los 14 años.
Todos los viernes de Cuaresma también son de abstinencia obligatoria. Los demás viernes del año también, aunque según el país puede sustituirse por otro tipo de mortificación u ofrecimiento como el rezo del rosario.
Modificaciones impuestas por la pandemia
Tal como se lee en la nota difundida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, firmada por el cardenal Robert Sarah el 12 de enero de 2021: "pronunciada la oración de bendición de las cenizas y después de asperjarlas, sin decir nada, con el agua bendita, el sacerdote se dirigirá a los presentes, diciendo una sola vez y para todos los fieles, la fórmula del Misal Romano: «Convertíos y creed en el Evangelio», o bien: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás».
Después, el sacerdote se limpiará las manos y se pondrá la mascarilla para proteger la nariz y la boca. Posteriormente, impondrá la ceniza a cuantos se acercan a él o, si es oportuno, se acercará a los fieles que estén de pie, permaneciendo en su lugar. Asimismo, el sacerdote tomará la ceniza y la dejará caer sobre la cabeza de cada uno, sin decir nada".
REFLEXION
Es un hecho que en nuestros días la Cuaresma es para algunos objetos de mofa, para muchos un absurdo, y para muchos más todavía un enigma. Incapaces de entrar en el espíritu de la Iglesia, no aciertan a comprender el sentido profundo de esta fase del año litúrgico, que a ellos se les antoja una sombra austera sobre las alegrías del vivir. El hombre animal, decía el Apóstol, no comprende las cosas del Espíritu, porque son una locura para él.
No faltan tampoco quienes se llenan de terror ante la cara escuálida de doña Cuaresma, como decía Juan Ruiz; aunque hay que reconocer que en nuestros días doña Cuaresma no tiene ya el mismo gesto severo y desabrido quien tiempo del Arcipreste de Hita.
Modificaciones impuestas por la pandemia
Tal como se lee en la nota difundida por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, firmada por el cardenal Robert Sarah el 12 de enero de 2021: "pronunciada la oración de bendición de las cenizas y después de asperjarlas, sin decir nada, con el agua bendita, el sacerdote se dirigirá a los presentes, diciendo una sola vez y para todos los fieles, la fórmula del Misal Romano: «Convertíos y creed en el Evangelio», o bien: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás».
Después, el sacerdote se limpiará las manos y se pondrá la mascarilla para proteger la nariz y la boca. Posteriormente, impondrá la ceniza a cuantos se acercan a él o, si es oportuno, se acercará a los fieles que estén de pie, permaneciendo en su lugar. Asimismo, el sacerdote tomará la ceniza y la dejará caer sobre la cabeza de cada uno, sin decir nada".
REFLEXION
Es un hecho que en nuestros días la Cuaresma es para algunos objetos de mofa, para muchos un absurdo, y para muchos más todavía un enigma. Incapaces de entrar en el espíritu de la Iglesia, no aciertan a comprender el sentido profundo de esta fase del año litúrgico, que a ellos se les antoja una sombra austera sobre las alegrías del vivir. El hombre animal, decía el Apóstol, no comprende las cosas del Espíritu, porque son una locura para él.
No faltan tampoco quienes se llenan de terror ante la cara escuálida de doña Cuaresma, como decía Juan Ruiz; aunque hay que reconocer que en nuestros días doña Cuaresma no tiene ya el mismo gesto severo y desabrido quien tiempo del Arcipreste de Hita.
Estos espíritus pusilánimes tienen seguramente buena voluntad, pero no la suficiente para entrar en este tiempo con generosidad y alegría. Sus ojos miopes no ven más que las austeridades y las renuncias; el mundo maravilloso de ideas y de anhelos que se extiende más allá no existe para ellos. Ese mundo es lo único que puede justificar los ayunos y las penitencias, mundo de realidades y misterios; las alegrías de la vida penitente, que tanto deleitaban a San Pedro de Alcántara; el encanto de la tristeza, según Dios, que recomendaba San Pablo a los corintios; los goces de la luz interior, de que hablaba San Agustín en un sermón pronunciado el Miércoles de Ceniza.
Si la abstinencia fuese el fin de la Cuaresma, pudiera, ciertamente, parecemos larga y pesada; pero un cristiano curioso de Dios, deseoso de entrar en comunicación con su Madre la Iglesia, tiene de su fisonomía otra idea más exacta y atrayente.
Si la abstinencia fuese el fin de la Cuaresma, pudiera, ciertamente, parecemos larga y pesada; pero un cristiano curioso de Dios, deseoso de entrar en comunicación con su Madre la Iglesia, tiene de su fisonomía otra idea más exacta y atrayente.
El conoce aquellos tres maravillosos efectos del ayuno que recuerda el prefacio de las misas cuaresmales: «Vitia comprimis, mentem elevas, virtutem largiris et premia.» Purifica el corazón, extingue las pasiones, sanea la tierra del alma; levanta el espíritu, ennoblece las ideas. Dispone para la contemplación; fecunda el alma, la hermosea con la gracia, hace de ella un huerto rico de flores y de frutos, un paraíso de Dios.
Tal es el profundo sentido de lo que la Iglesia llama en su liturgia «el Sacramento cuadragesimal» o, como se dice en una colecta, «el ayuno solemne, instituido saludablemente para curar las almas y los cuerpos».
Tal es el profundo sentido de lo que la Iglesia llama en su liturgia «el Sacramento cuadragesimal» o, como se dice en una colecta, «el ayuno solemne, instituido saludablemente para curar las almas y los cuerpos».
Ayunar con el único objeto de afligir la carne sólo puede ser propio de religiones que, como la de Prisciliano, enseñaban que el cuerpo y todo este mundo de la materia son obra del principio del mal.
Se trata de aligerar el cuerpo para que no impida los vuelos del alma, de abrir al espíritu más amplias ventanas hacia lo eterno, de prepararse con un ejercicio intensivo, con cuarenta días de maniobras espirituales, a la celebración de los grandes misterios de nuestra redención.
¡Con que alegría tan íntima contemplarán nuestros ojos purificados los inefables fulgores de la mañana pascual!
Desde el principio de Cuaresma, la liturgia descubre a nuestra vista esa meta gloriosa: «Dies venit, dies tua», dice un himno cuaresmal. «He aqui que se acerca tu día, el día en que todo reflorece.» Para que nosotros reflorezcamos también es preciso «que preparemos un camino real a Cristo triunfador por medio de la fe».
¡Con que alegría tan íntima contemplarán nuestros ojos purificados los inefables fulgores de la mañana pascual!
Desde el principio de Cuaresma, la liturgia descubre a nuestra vista esa meta gloriosa: «Dies venit, dies tua», dice un himno cuaresmal. «He aqui que se acerca tu día, el día en que todo reflorece.» Para que nosotros reflorezcamos también es preciso «que preparemos un camino real a Cristo triunfador por medio de la fe».
Y así la vida recogida del cristiano durante la Cuaresma nos recuerda la vida física en estos días que preceden a la primavera. La savia empieza a renovar los vasos misteriosos de las plantas.
Entre las raíces y la tierra se hace la adherencia más íntima, más vital. Pero la naturaleza no se apresura; trabaja en silencio, lentamente, con una prudencia que exaspera a los espíritus deseosos de verla cuanto antes vestida de todo su esplendor. Aunque sea contrariando nuestras impaciencias poco razonables, el hielo vendrá cada mañana para regular el movimiento de la vida que se despierta.
La vida del alma necesita también este trabajo silencioso. Esta escondida adherencia a la fuente de toda la vida. Por eso, toda la liturgia de la Cuaresma tiende a concentrar e intensificar esa fuerza vital, que en eso se parece a los vinos añejos. Es muy fácil ponerse un traje nuevo el día de Pascua, ir a la iglesia y recibir los sacramentos; pero lo es menos apropiarse la gracia pascual, vestirse de la nueva vida de Cristo y convertir el acontecimiento histórico de su Resurrección en una realidad interior.
Y, sin embargo, sólo así viviremos una nueva primavera de nuestra existencia espiritual. Después que la fe y el amor hayan extendido sus raíces a través de nuestro ser, sentiremos la explosión de la savia que brota incoercible, y entonces, «nuevos por el perdón—dice un himno de este tiempo—, cantaremos un cántico nuevo».
Esta vivencia íntima, este programa de reflexión religiosa, nos salen al paso en los textos litúrgicos desde el principio de la Cuaresma. La comunión del Miércoles de Ceniza nos lo exige como una condición necesaria para que la semilla germine en nuestro interior. El que meditare en la Ley del Señor noche y día, ése dará fruto a su tiempo. La colecta del mismo día nos indica que para que esa meditación sea provechosa, debemos vivir en la atmósfera de una «devoción segura».
La tranquilidad, la quietud nos ayudarán a profundizar en nuestro pensamiento religioso. En el alma, como en un estanque, no se verá el fondo si la superficie está en movimiento. Debemos retirarnos al fondo de nuestro ser, como la araña al centro de su tela; y allí, como dice un himno, beber alegres la embriaguez sobria del espíritu. En el sosiego activo del castillo interior, limpiaremos nuestra alma, y aparecerá en ella la imagen de Dios; como aparece la efigie de una moneda antigua quitando el polvo que la ocultaba.