La vaca





Un maestro paseaba con su discípulo cuando llegaron a un poblado muy pobre. Visitaron a una familia del lugar, que los recibieron con ropa vieja y maloliente.

Les explicaron que no obstante fueran humildes se sentían afortunados de tener una vaca, gracias a la cual podían sobrevivir a pesar de sus precarias condiciones. El padre de la familia dijo que bebían la mitad de la leche que les proporcionaba cada día, y la otra parte la vendían a cambio de otros alimentos en una ciudad vecina.

Cuando se marcharon del lugar, el sabio le dijo al joven discípulo: “coge la vaca de estos señores y lánzala por el precipicio”. El joven no lo entendió, pero lo hizo.

Unos años después, remordido de culpa por haber realizado aquello, decidió volver a aquel poblado. Cuando llegó se sorprendió al encontrarlo repleto de jardines, tiendas y fuentes. Parecía un lugar totalmente distinto, y también le extrañó que la casucha donde había estado en su día visitando a aquella familia era una casa bonita. Se horrorizó imaginando cómo aquella familia, tras perder a su vaca, habrían tenido que vender su casa y marcharse.

Preguntó entonces a un hombre que vio junto a la puerta: “¿Sabe dónde puedo encontrar a una familia que vivía aquí hace unos cuatro años?” a lo que el hombre le contestó: "Somos nosotros".

El joven, extrañado, le preguntó: “¿Cómo lo hicieron para cambiar de vida?” y el hombre le contestó: “Teníamos una vaca que murió, y entonces tuvimos que arreglárnoslas para sobrevivir de otra manera. Montamos un negocio que ha funcionado bien y ahora nos sobra de todo”.

Una desgracia se transformó en oportunidad de mejora para una familia que lo único que hacía era subsistir de mala manera.

 Los planes de Dios actúan también de esta manera, sacando bienes de donde en apariencia solo hay desgracias.