Miércoles santo- Jesús en el Calvario crucificado


MEDITACIONES PARA LA SEMANA SANTA 
- MIÉRCOLES SANTO



ORACION INICIAL
Que pueda quitarme de encima lo que me estorba y el pecado que me ata, para correr en la carrera que me toca, sin rendirme, sin abandonar, fijos los ojos en ti, Jesús que ya has corrido, y que inicias y completas nuestra fe. Tú mismo, renunciando al gozo inmediato que siempre el mundo ofrece, soportaste con entereza la cruz, sin importante la ignominia y el desprecio de los importantes.

Que no me canse yo ni pierda el ánimo; todavía no he llegado a la sangre en mi pelea contra el pecado. Acepto con gusto la corrección que me viene de ti, Padre Dios, aunque me duela, porque lo único que pretendes regalarme, como fruto de mi conversión, es una vida resucitada, semejante a la de tu Hijo.

 Fortalece, Señor, mis manos débiles y haz fuertes mis rodillas vacilantes, para que camine seguro por tu senda.

Quiero imitarte, Jesucristo, para poder llegar y vivir en la familiaridad con Dios, tu Padre y nuestro Padre. Corta con mi vida anterior, radicalmente, para que sea posible en mi el comienzo de una vida nueva. Ayúdame a poner entre lo anterior y lo que viene una muerte necesaria. Que las aguas del bautismo, en las que Tú mismo quieres bautizarte: las aguas de tu sangre, sepulten mi cuerpo de pecado y despojen mi vida de los bajos instintos y de todas las obras de la carne; para emerger después -como Tú-de esas mismas aguas como si me levantara de la muerte, lavado y purificado, resucitado, convertido en espiga de mil granos.


MEDITACIÓN DE LA MAÑANA

Lizbeth528 Miércoles Santo | Miercoles santo, Imagen de semana ...

Adoremos a Jesucristo condenado a muerte en el tribunal de Pilatos y admiremos en esta sentencia un misterio de amor. Los hombres creían satisfacer su odio, y concurrían a los designios de Dios: concurrían al amor del Padre, entregando a la muerte a su Hijo, contento con morir:

1º PARA SALVARNOS;
2º PARA ENSEÑARNOS CON SU EJEMPLO A CONSERVAR LA MANSEDUMBRE E IGUALDAD DE ÁNIMO, a pesar de los juicios injustos del mundo acerca de las pruebas de la Providencia.

¡Gracias, oh Jesús, por esta gran lección! Los judíos creían que merecíais la muerte y que era necesario que murierais.

Por mí, ¡Oh Salvador mío!, por mi vanidad, por mi sensualidad, llegan a ser verdaderas estas palabras.

 Si estas pasiones merecen la muerte, ya no es posible que vivan. ¡Oh Jesús! Hacedlas morir en mí, a fin de que os ame y que no viva sino para Vos.


PUNTO PRIMERO 
- JESÚS SUBIENDO AL CALVARIO


Apenas se pronuncia la sentencia de muerte, cuando se le presenta la Cruz al Salvador, se le ordena tomarla sobre sus hombros y subir con ella al Calvario. ¿Quién podría decir el amor con que abrazó esa Cruz, por la cual suspiraba desde tan largo tiempo; esa Cruz que iba a salvar al mundo y reconciliar la tierra con el Cielo; esa Cruz que iba a enseñar a todo el género humano la paciencia en los dolores y el camino del paraíso?

¡OH CRUZ POR SIEMPRE AMABLE!, YO VEO A MI SALVADOR INCLIN
AR SUS HOMBROS BAJO TU PESO Y PARTIR PARA EL LUGAR DEL SUPLICIO. Yo me pongo en su seguimiento y me digo: “¿Podría, después de esto, llevar mi cruz con impaciencia o mala voluntad? ¿Podría dejar de llevarla de buen grado, sin murmurar y sin quejarme?

¡Oh cruz cualquiera que seáis, o dolores del cuerpo o penas del alma! Venid, venid a mí: Yo os acepto de todo corazón y os llevaré siempre con valor y resolución, y agregaré aún mortificaciones voluntarias, a fin de parecerme más perfectamente a mi Jesús llevando su Cruz”.

En la meditación de este misterio, los santos suspiraron de amor a la Cruz; un San Pablo, hasta llamarla una gracia preciosa; un San Pedro, hasta decir: “Regocijaos cuando llevéis la cruz con Jesucristo”; un San Andrés, hasta exclamar a la vista de la cruz en que iba a morir: “¡Oh buena cruz tan vivamente deseada!”; una Santa Teresa, hasta decir: “O padecer o morir; yo no puedo vivir sin la cruz”; una Santa Catalina de Sena, hasta agregar: “¡No quiero morir, sino padecer más!”



JESÚS, EN EL CAMINO DEL CALVARIO, ENCONTRÓ:

 1° A MARÍA, PARA ENSEÑARNOS A ACUDIR A ELLA EN TODAS NUESTRAS PENAS:

 2º A SIMÓN CIRENEO, PARA RECORDARNOS QUE TODO CRISTIANO PUEDE ALIGERAR EL PESO DE LA CRUZ DE JESÚS, sea disminuyendo las faltas que pesan tan dolorosamente sobre su corazón, sea llevando cristianamente todas las cruces, que no forman sino una sola con la suya;

 3º A LAS HIJAS DE JERUSALÉN, QUE LLORABAN AL VER EL TRISTE ESTADO A QUE HABÍA QUEDADO REDUCIDO: “No lloréis por Mí —les dice— Llorad por vosotras”.
Así es, ¡Oh Salvador!, cómo os olvidáis de Vos mismo para pensar en nosotros; mientras que nosotros, ¡Ay!, sabemos tan poco compartir, sea vuestros padecimientos, sea los padecimientos del prójimo; no pensamos sino en nosotros mismos y nos olvidamos de todos los demás. Haced que podamos aprovecharnos de la lección que nos dais.




PUNTO SEGUNDO
- JESÚS CRUCIFICADO


Llegado a la cumbre del Calvario, le quitaron la túnica a nuestro adorable Salvador. Esta túnica estaba pegada a su ensangrentado cuerpo y, al arrancársela con violencia, se le renovaron todas sus llagas.

¡Oh misterio de dolor! Vedle ahí desnudo delante de todo un pueblo que se burla de Él; ¡Oh misterio de ignominia! Le dicen que se tienda sobre la Cruz, y Él se tiende sobre tan duro lecho, bendiciendo a su Padre, por que ha llegado la hora del sacrificio. Se le manda extender las manos y los pies, y Él los extiende y deja que sean traspasados por agudos clavos, para expiar el abuso que hemos hecho de nuestras manos y pies, de nuestros afectos y de nuestras obras.

 ¡Oh misterio de obediencia! Después es levantada la Cruz y clavada en tierra; este sacudimiento renovó todos sus dolores; el peso de su cuerpo ensanchó las heridas de las manos y de los pies; durante tres horas permaneció suspendido entre el cielo y la tierra. Es el Sacerdote eterno, que ofrece su sacrificio por nuestra salvación. Es el Maestro supremo que, desde lo alto de esta nueva cátedra, enseña al mundo el desprendimiento y la pobreza, la humildad, la obediencia, la paciencia, la resignación y la conformidad con la voluntad de Dios.

¡Oh misterio de amor! Es el amor que se inmola y pide en cambio todo el amor de nuestro corazón. ¡Oh Jesús! Ved aquí este pobre corazón que Vos pedís; os lo doy; atadlo a vuestra Cruz, para que pueda decir como el Apóstol: “Estoy clavado en la cruz con Jesucristo”.

Vos dijisteis: “Cuando sea levantado en alto, todo lo atraeré hacia Mí”. Cumplid vuestra palabra, Señor; atraedme a Vos y atraed también todo mi corazón; que no viva ya sino para Vos y que sea todo de Vos solo, en la vida y en la muerte.


—La meditación de estos dos misterios nos hará tomar la resolución:

2º De llevar de buen grado todas las cruces de la vida;
 3º De esforzarnos cada vez más en el amor a Jesús crucificado.

Nuestro ramillete espiritual serán estas palabras de un santo: “Mi amor está crucificado”.

Tomado de "Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de los fieles", P. Andrés Hamon, cura de San Sulpicio (Autor de las vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal Cheverus). Segundo tomo: desde el Domingo de Septuagésima hasta el Segundo Domingo después de Pascua. Segunda Edición argentina, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1962.


ORACION FINAL
Nos has comprado, Señor, con tu sangre, de toda raza, lengua, pueblo y nación: Conduce a tu Iglesia, que es tu pueblo nuevo, conduce a la humanidad entera a esa Pascua tuya de la vida. Atravesado por la lanza de un anónimo soldado, sabes ahora, supiste siempre sanar nuestras heridas.

Y si para hacernos saber que Tú sí perdonabas, te dejaste clavar en una cruz, perdona otra vez a aquella adúltera, rota, sola, despreciada pero arrepentida; perdona de nuevo a aquel publicano del templo de ojos casi en la tierra, suplicando; perdona otra vez a aquel Zaqueo, tan bajito él pero que tanto había robado; perdona otra vez al ladrón que muere a tu costado; perdona a los que durante tu agonía se burlaron de ti y blasfemaron...

Perdónalos, porque de todos ellos hay mucho en cada uno de nosotros. Y si les perdonaste a ellos, fue para decirnos que también a nosotros quieres perdonarnos.