La liturgia del Jueves Santo está toda embebida en el recuerdo de la Redención. La función antiguamente de tres misas: La primera, en que se reconciliaban a los públicos penitentes, la segunda, en la cual se consagraban los Santos Óleos, y la tercera, para conmemorar muy especialmente la institución de la Sagrada Eucaristía en la Última Cena.
La Iglesia, celebra en la Eucaristía durante el curso del año los todos los misterios de la vida de Jesús, se apega hoy al recuerdo de la institución misma de este Sacramento inefable y del Sacerdocio Católico.
Esta misa realiza de un modo muy especial la orden dada por Jesús a sus sacerdotes de renovar la Última Cena en que Jesús, en los momentos mismos en que tramaban su muerte, instituyó el misterio de perpetuar entre nosotros su presencia. Por eso la Iglesia, suspendiendo un instante su duelo, celebra el Santo Sacrificio en este día con santo júbilo, reviste a sus ministros con ornamentos blancos y festivos, y canta el Gloria como a vuelo de campanas, las cuales enmudecerán hasta la Vigilia Pascual.
En la Epístola nos dice el Apóstol que la Misa es el "Memorial de la muerte de Jesús". Era necesario el sacrificio del altar para que pudiésemos comulgar la Víctima del Calvario y aplicarnos sus méritos. Y así la Eucaristía, que toma todo su valor del sacrificio de la cruz, comunica a su vez una universalidad de tiempo y de lugares.
El mismo Salvador se encarga de hacer las abluciones prescritas por los judíos en el curso del festín (Ev), mostrándose con ello cuál es la pureza y la caridad que Dios exige a los que quieren comulgar, para no exponerse como Judas a ser reos del Cuerpo y Sangre del Señor (Ep).
Participemos todos hoy de este Ágape, de este festín de la Caridad. Ésa es la intención de nuestra Santa Madre Iglesia. No dejemos de ir a recibir en este Jueves Santo la Sagrada Víctima que se inmola en el altar, y así cumpliremos santamente con nuestro deber; precisamente en este día se nos recuerdan los todos los detalles de la institución del Sacerdocio y del Sacrificio Eucarístico.
Carta del Santo Padre
Juan Pablo II a los Sacerdotes
para el Jueves Santo del 2003
MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR
INSTITUCION DE LA SAGRADA EUCARISTIA, INSTITUCION DEL ORDEN SACERDOTAL Y LAVATORIO DE LOS PIES (MANTDATUM).
El Jueves Santo es uno de los tres Jueves del año que "relucen mas que el sol". En este día celebramos por la tarde, la misa en la cual conmemoramos 3 acontecimientos de gran trascendencia para la vida de todo cristiano; la institución de la Sagrada Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el gran gesto de humildad del lavatorio de los pies.
Recordando un poco la Escritura, vemos que Jesús cumple como Judío con una ley que les obligaba a celebrar la Pascua por mandato de Yahveh (Ex 12,14). La forma de celebrarlo era mediante una cena similar a la que hicieron los Israelitas antes de su éxodo de Egipto (Ex 12,3-11), así que el día marcado, Jesús quiere celebrar con sus amigos esta Cena de Pascua (Lc 22,8-12) , la cual sería la ultima en es vida terrenal, pero la primera para gloria de Dios, ya que en esta, instituye los Sacramentos de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal (Lc 22,19-20), pero como preámbulo de esto nos da un gran ejemplo de amor y humildad en el cual nos invita a imitarlo, por medio del "mandatum", momento en el cual, durante la Cena, Jesús lava los pies a sus discípulos (Jn 13,4-5).
Litúrgicamente hablando, esta misa es conocida como la misa de la Cena del Señor y NO como la misa del lavatorio, aunque dentro de esta se recuerde este acontecimiento. La celebración de la misa se have por la tarde a la hora más oportuna y procurando la participación de toda la comunidad local y de todos los sacerdotes y ministros si es que hubieren. Si el sacerdote ya participo por la mañana en la misa Crismal puede celebrar por la tarde, por razones pastorales. Esta misa no debe aplicarse por la intención de personas en particular.
La misa se divide en 4 partes:
· Ritos iniciales y liturgia de la palabra.
· Lavatorio de los pies.
· Liturgia eucarística.
· Traslación del Santísimo Sacramento.
Debe tomarse muy en cuenta que al inicio de la celebración, el sagrario debe estar completamente vacío. De tal forma que, hay que consagrar suficientes formas para la comunión de este día y del siguiente (Viernes Santo).
Se canta el himno del gloria, mientras se tocan las campanas a vuelo. Terminando el canto, ni las campanas ni instrumento musical se vuelven a tocar, en señal de tristeza y dolor, hasta la Vigilia Pascual.
En la liturgia de la palabra, escucharemos la lectura del libro del Exodo en donde veremos como Dios habla con su pueblo y les da las indicaciones para preparar la Cena Pascual. El Salmo responsorial será tomado del Salmo 115 "Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava". Escucharemos también la Epístola de San Pablo a los Corintios en la cual nos recuerda la Institución de la Eucaristía y nos have ver cual es el alimento verdadero. Finalmente el Evangelio tomado de San Juan en el cual nos muestra Cristo su gran amor y humildad y nos invita a la confesión "el que no quiera lavarse no tendrá parte con El".
Después de la liturgia de la palabra se hará la homilía y después de esta, en un lugar apropiado, se dispondrán las personas designadas para que el Sacerdote, acompañado de sus ministros, lleve a cabo el lavatorio de los pies. Una vez terminado el lavatorio, omitiéndose el Credo, continua con la Liturgia eucarística.
Debe notarse que al terminar de repartir la comunión, el copón se depositará sobre el altar y no en el Sagrario. De ahí, terminada la Oración después de la Comunión, el Sacerdote tomará al Santísimo con el paño de hombros y lo llevara en procesión hasta el "Monumento", previamente levantado en otro sitio distinto al altar, mientras se canta el Pange Lingua. Una vez llegando al "Monumento", se deposita en el al Santísimo en la urna y se inciensa, mientras se canta el Tantum ergo, al final de este se cerrará la urna y se recomienda un momento de oración, al terminar, el Sacerdote regresará a la sacristía en absoluto silencio, NO hay bendición ni despedida.
Enseguida se desnuda el altar indicando así que desde ese momento, queda suspendido el Santo Sacrificio de la Misa, y se quitan las cruces y las imágenes de los santos, si algunas no se pueden quitar se recomienda que se cubran con un velo negro o morado.
Hay que tomar en cuenta que es muy importante en esta noche no dejar solo al Santísimo y destinar parte de nuestro tiempo para rezar y adorarlo con absoluta solemnidad.