El sueño de un ángel

El valor de la eternidad


Por: Marcelino de Andrés y Juan Pablo Ledesma | Fuente: Catholic.net

De niño escuché esta fábula...

Un buen día en el cielo muchos ángeles y santos se presentaron ante el trono de Dios. Llevaban una petición a la que el Señor, justo y piadoso, no podría negarse. En los ratos libres de cielo, mientras los arcángeles jugaban con las estrellas, algunos santos habían curioseado las rendijas del infierno. No es que esté prohibido. Simplemente, los bienaventurados no suelen perder el tiempo. Pero esta vez divisaron un alma que, al parecer, no merecía el castigo eterno.

-En vida ha realizado bastantes buenas obras- afirmaba con gesto reverencial un ángel luminoso como el sol.

-Creo que merecería otra cosa... Quizás... podría estar a salvo-, profirió casi tartamudeando otro bendito. Y el coro de los ángeles y de los santos entonó una gran alabanza al Señor, que retumbó hasta las puertas del infierno.

Dios accedió a rescatarla, si todo eso era cierto. Y todos los santos y santas de la eternidad, desde el confín de los siglos, escudriñaron los abismos de fuego, azufre y llanto. Entre la muchedumbre de los condenados alguien lo identificó con la rapidez del rayo: “¡Aquél es!”. Los cielos se alegraron y el universo se conmovió.

Entonces el Señor mandó a su ángel de confianza, Gabriel, que bajara hasta el precipicio de tinieblas y vacío. -Tómalo y tráelo a la gloria-.

El ángel descendió, obedeciendo la orden de Dios. Bien equipado, surcó el abismo infranqueable y logró penetrar en la tiniebla. Al aproximarse sintió la llamarada centelleante del infierno. Temió internarse, pero se acordó de las palabras del Señor y de la dicha de los bienaventurados. Burlando la guardia, tomó del brazo al alma que le había sido encomendada. El condenado sintió un cierto alivio al percibir el tirón celestial.

Muchos condenados presenciaron la escena y, en vez de dar la voz de alarma, se asieron como pudieron del alma que ya se elevaba, de la mano del espíritu celeste. Habían comprendido que se trataba de un rescate. Muchos, a causa del vapor y de la humarada, no distinguían la escena. El caso es que todos, como podían, se agarraban fuertemente al alma en su despegue hacia las alturas. Los más próximos, los más lejanos: todos formaban una hilera de almas encendidas, luminosas, incandescentes. Como una mecha humana, iban subiendo infinidad de condenados, asidos unos de otros.

En el cielo la emoción era intensa. Los bienaventurados seguían sin pestañear el vuelo de salvación. Muchos se felicitaban. Pero al alma que los santos creían “santa” y merecedora de tan grande premio no le pareció bien tanto meneo. Y pensando en una gloria quizás menor por la multitud que de ella colgaba, comenzó a patalear y a deshacerse de cuantas almas podía.

Con saña diabólica, con odio infernal maldecía la suerte de quienes se precipitaban en el abismo de la desdicha. Poco a poco, entre bruscos movimientos y contorsiones, pudo librarse de la mitad de los que le seguían. Todavía una buena parte aguantaba los tirones. A lo lejos se escuchaban gritos desgarradores.

Cerca ya del paraíso de la luz, siguió pataleando hasta sentir que su carga se aligeraba. -Siendo menos, seré más feliz-, pensaba en su interior, mientras estrujaba fuertemente el brazo del ángel liberador. Sintiéndose ligera, su odio aumentaba.

Al llegar a la entrada de la gloria, sólo quedaba un condenado que, con grandes esfuerzos, continuaba sin soltar los pies del alma afortunada. Ésta se agachó y en una gesto de conmiseración le tendió la mano. El réprobo, confiando, soltó los pies. En ese momento una carcajada infernal acompañó el gesto malintencionado. Un movimiento brusco, un amago y el condenado rodó, precipitándose en el abismo entre aullidos de desesperación. Al fin el alma “buena” podría entrar a gozar de la eternidad.

El ángel Gabriel se cubría su rostro celeste y derramaba lágrimas (No sé si los ángeles pueden llorar). Al alma liberada le ardían de cólera los ojos. Después de su heroica acción se sentía salvada y, felicitándose se decía: -Ya era hora. Yo me he salvado. Merezco mi cielo.

Ante tanto egoísmo, las puertas del cielo se cerraron. Por un momento hubo tristeza y desazón en el cielo. Y el alma egoísta se precipitó por inercia en las llamas infernales como un imán. Y volvió a su lugar, porque incluso después de la muerte se es lo que se ha vivido.

Hasta aquí la fábula que no me dejó conciliar el sueño durante tantas noches. Y ahora que no soy tan niño me pregunto si esta fábula no será también verdad.

Porque a fin de cuentas lo único que cuenta en la vida del hombre es saber cuál es el centro de su alma. Se trata de descubrir si soy el centro de mí mismo o si tengo el alma y el corazón volcados hacia fuera. En una palabra, si mi vida y mi alma se alimentan de egoísmo o de amor. El egoísta, al ver caer la lluvia, afirma con toda la naturalidad del mundo: “Yo llueve”. Cuando los tejados de las casas se cubren de copos de nieve, recalca: “Yo nieva”. Al despejarse y clarear el día, volverá a señalar con cierto orgullo: “Yo hace sol”. Porque en un día de tormenta, de sol o de lluvia lo más importante, lo único es él. Y su vida es él, como su cielo o su infierno seguirá siendo él mismo.


Reflexiones para meditar en Cuaresma-Día 31

Historia de unas manos



¿Cuántas historias semejantes permanecen ocultas?
Por: P. Clemente González | Fuente: Catholic.net


Me contaron hace unos días la historia de un niño sincero y atrevido. Un buen día Oscar, en un arrebato de honestidad le dijo a su madre: "Mamá, eres hermosa...". La madre no pudo menos que enternecerse y sonreír dulcemente. Pero el hijo, pasados unos segundos, añadió: "pero tus manos son tan feas..."

Pocos días después Oscar conocería la historia de esas manos: Hace tiempo dormía profundamente un niño. De pronto se encendió el mosquitero de la cuna y las llamas amenazaron la vida del bebé. La sirvienta corrió despavorida, mas la madre heroica y decidida, dominó el fuego a manotazos, salvando de las llamas a su hijo. Y sus manos del color de armiño quedaron sin piedad carbonizadas. Cuando al final las vendas le quitaron, sus manos por el fuego deformadas le quedaron.

El pequeño escuchaba a su padre sin pestañear. Cuando terminó el relato, Oscar, con lágrimas en los ojos, corrió hacia su madre, y le dijo entre sollozos: "No hay manos cual las tuyas en el mundo, madre".

¿Cuántas historias semejantes permanecen ocultas? Sin embargo nunca faltarán niños o adultos atrevidos, sin pelos en la lengua. Por ello cada día leemos o escuchamos comentarios y críticas de todos los gustos y colores. Detestamos las manos feas, o el comportamiento de fulanito o menganita.

Oscar nunca más se quejará antes de conocer los motivos de tal o cual acontecimiento. Esta pequeña historia podría enseñarnos a desterrar de nuestra vida el famoso: piensa mal y acertarás.

¡Con cuánta facilidad se derrama por doquier el veneno de la difamación y calumnia! Y en muchas ocasiones sin fundamento o seguridad alguna. Después llegan los lloriqueos, las quejas y excusas: yo pensaba, había leído, me parecía que.... Pero ya es tarde. El veneno mortal de la crítica ha corroído y destruido la fama del prójimo. Todos le apuntan con el dedo. Le cierran el paso o le desprecian.

Ojalá se agradeciera y premiara con más frecuencia a tantos y tantos héroes desconocidos como la madre de Oscar. La historia suele dejar en el tintero a estos héroes. ¡Cuántas sorpresas nos llevaríamos! Se descubrirían las hazañas y méritos de muchas personas que han sido blanco continuo de nuestras críticas.

Te encontrarías en el índice de ese libro: mamás que se desviven por sus hijos por puro amor desinteresado, sin recibir nada a cambio; políticos, soldados, misioneros, amigos y enemigos. Algún día no muy lejano todos ellos recibirán su recompensa.

Reflexiones para meditar en Cuaresma-Día 30


Viacrucis 2017

Día 1. Estación 1
Día 2-Estación 2
Día 3-Estación 3
Día 4-Estación 4
Día 5-Estación 5
Día 6-Estación 6








Dibujos de Semana Santa para colorear

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El atardecer de la vida

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Fuente: Catholic.net


La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va.

El sol se despedía del Imperio Tré. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida.
- ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana?

La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso.
- Los atardeceres –respondió.

El vasallo preguntó, confundido:
- ¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré.
Y reafirmándose, exclamó:
- ¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres.

La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo:
- Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más. Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma.

- ¿Cosas? ¿De ti misma...? – inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase.

Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió:
- Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer.
Lo que al inicio es precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los atardeceres... - ¡mira!

La anciana apuntó con su mano hacia el horizonte. El sol se ocultó y un cálido color rosado se extendió por todo el cielo del Imperio Tré. El vasallo guardó silencio. Quedó absorto ante tanta belleza.

La vida es un instante que pasa y no vuelve.
Comienza con un fresco amanecer  y como un atardecer sereno se nos va.

De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloreé con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

Sábado Santo


Cantos para Sábado Santo (Los Dolores de María)
Cantos para la Vigilia Pascual





Durante el día del sábado, como una viuda, la Iglesia llora la muerte de su Esposo.

La Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor., meditando su pasión y muerte y aquél "descenso a los infiernos" – al lugar de los muertos – que confesamos en el Credo y que prolonga la humillación de la cruz, manifestando el realismo de la muerte de Jesús, cuya alma conoció en verdad la separación del cuerpo y se unió a las restantes almas de los justos. Pero el descenso al reino de muerte es también el primer movimiento de la victoria de Cristo sobre la misma.

Hoy no se celebra sacrificio de la Misa ni se recibe comunión – a no ser el caso de viático -, aunque se reza la liturgia de las Horas. El altar permanece por todo ello desnudo hasta que, después de la solemne Vigilia o expectación nocturna de la Resurrección, se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta días pasados.

Viernes Santo






Pasión según San Juan, en formato mp3
Salmo Responsorial mp3
Dossier para Jueves y Viernes Santo
Cantos para Viernes Santo


La tarde del Viernes Santo presenta el drama inmenso de la muerte de Cristo en el Calvario. La cruz erguida sobre el mundo sigue en pie como signo de salvación y de esperanza.

Con la Pasión de Jesús según el Evangelio de Juan contemplamos el misterio del Crucificado, con el corazón del discípulo Amado, de la Madre, del soldado que le traspasó el costado.

San Juan, teólogo y cronista de la pasión nos lleva a contemplar el misterio de la cruz de Cristo como una solemne liturgia. Todo es digno, solemne, simbólico en su narración: cada palabra, cada gesto. La densidad de su Evangelio se hace ahora más elocuente.

Y los títulos de Jesús componen una hermosa Cristología. Jesús es Rey. Lo dice el título de la cruz, y el patíbulo es trono desde donde el reina. Es sacerdote y templo a la vez, con la túnica inconsútil que los soldados echan a suertes. Es el nuevo Adán junto a la Madre, nueva Eva, Hijo de María y Esposo de la Iglesia. Es el sediento de Dios, el ejecutor del testamento de la Escritura. El Dador del Espíritu. Es el Cordero inmaculado e inmolado al que no le rompen los huesos. Es el Exaltado en la cruz que todo lo atrae a sí, por amor, cuando los hombres vuelven hacia él la mirada.

La Madre estaba allí, junto a la Cruz. No llegó de repente al Gólgota, desde que el discípulo amado la recordó en Caná, sin haber seguido paso a paso, con su corazón de Madre el camino de Jesús. Y ahora está allí como madre y discípula que ha seguido en todo la suerte de su Hijo, signo de contradicción como El, totalmente de su parte. Pero solemne y majestuosa como una Madre, la madre de todos, la nueva Eva, la madre de los hijos dispersos que ella reúne junto a la cruz de su Hijo. Maternidad del corazón, que se ensancha con la espada de dolor que la fecunda.

La palabra de su Hijo que alarga su maternidad hasta los confines infinitos de todos los hombres. Madre de los discípulos, de los hermanos de su Hijo. La maternidad de María tiene el mismo alcance de la redención de Jesús. María contempla y vive el misterio con la majestad de una Esposa, aunque con el inmenso dolor de una Madre. Juan la glorifica con el recuerdo de esa maternidad. Ultimo testamento de Jesús. Ultima dádiva. Seguridad de una presencia materna en nuestra vida, en la de todos. Porque María es fiel a la palabra: He ahí a tu hijo.

El soldado que traspasó el costado de Cristo de la parte del corazón, no se dio cuenta que cumplía una profecía y realizaba un último, estupendo gesto litúrgico. Del corazón de Cristo brota sangre y agua. La sangre de la redención, el agua de la salvación. La sangre es signo de aquel amor más grande, la vida entregada por nosotros, el agua es signo del Espíritu, la vida misma de Jesús que ahora, como en una nueva creación derrama sobre nosotros.

La celebración

Hoy no se celebra la Eucaristía en todo el mundo. El altar luce sin mantel, sin cruz, sin velas ni adornos. Recordamos la muerte de Jesús. Los ministros se postran en el suelo ante el altar al comienzo de la ceremonia. Son la imagen de la humanidad hundida y oprimida, y al tiempo penitente que implora perdón por sus pecados.
Van vestidos de rojo, el color de los mártires: de Jesús, el primer testigo del amor del Padre y de todos aquellos que, como él, dieron y siguen dando su vida por proclamar la liberación que Dios nos ofrece.

Acción litúrgica en la muerte del Señor

1. La Entrada

La impresionante celebración litúrgica del Viernes empieza con un rito de entrada diferente de otros días: los ministros entran en silencio, sin canto, vestidos de color rojo, el color de la sangre, del martirio, se postran en el suelo, mientras la comunidad se arrodilla, y después de un espacio de silencio, dice la oración del dia.

2. Celebración de la Palabra

Primera Lectura
Espectacular realismo en esta profecía hecha 800 años antes de Cristo, llamada por muchos el 5º Evangelio. Que nos mete en el alma sufriente de Cristo, durante toda su vida y ahora en la hora real de su muerte. Dispongámonos a vivirla con Él.

Salmo Responsorial
En este Salmo, recitado por Jesús en la cruz, se entrecruzan la confianza, el dolor, la soledad y la súplica: con el Varón de dolores, hagamos nuestra esta oración.

Segunda lectura
El Sacerdote es el que une a Dios con el hombre y a los hombres con Dios... Por eso Cristo es el perfecto Sacerdote: Dios y Hombre. El Único y Sumo y Eterno Sacerdote. Del cual el Sacerdocio: el Papa, los Obispos, los sacerdotes y los Diáconos, unidos a Él, son ministros, servidores, ayudantes

Versículo antes del Evangelio (Flp 2, 8-9)
Cristo, por nosotros, se sometió incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre".

Como siempre, la celebración de la Palabra, después de la homilía, se concluye con una ORACIÓN UNIVERSAL, que hoy tiene más sentido que nunca: precisamente porque contemplamos a Cristo entregado en la Cruz como Redentor de la humanidad, pedimos a Dios la salvación de todos, los creyentes y los no creyentes.

3. Adoración de la Cruz

Después de las palabras pasamos a una acción simbólica muy expresiva y propia de este dia: la veneración de la Santa Cruz es presentada solemnemente la Cruz a la comunidad, cantando tres veces la aclamación:

Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo. VENID AADORARLO", y todos nos arrodillamos unos momentos cada vez; y entonces vamos, en procesión, a venerar la Cruz personalmente, con una genuflexión (o inclinación profunda) y un beso (o tocándola con la mano y santiguándonos); mientras cantamos las alabanzas a ese Cristo de la Cruz:
"Pueblo mío, ¿qué te he hecho...?" "Oh Cruz fiel, árbol único en nobleza..." "Victoria, tú reinarás..."

4. La Comunión

Desde 1955, cuando lo decidió Pío Xll en la reforma que hizo de la Semana Santa, no sólo el sacerdote -como hasta entonces - sino también los fieles pueden comulgar con el Cuerpo de Cristo.

Aunque hoy no hay propiamente Eucaristía, pero comulgando del Pan consagrado en la celebración de ayer, Jueves Santo, expresamos nuestra participación en la muerte salvadora de Cristo, recibiendo su "Cuerpo entregado por nosotros".



ARRESTO DE JESÚS. JUICIO ANTE EL SANEDRÍN Y PONCIO PILATOS. PASIÓN Y CRUCIFIXIÓN DE JESÚS. SEPULTURA DE JESÚS.

Marcos 14. 43-65
Marcos 15.15-47
Lucas 23.26-55

¿Qué celebramos los cristianos? VIERNES SANTO: EL DIA DE LA PASIÓN DEL SEÑOR. DIA DE AYUNO Y ABSTINENCIA. SE VENERA LA SANTA CRUZ Y SE REPRESENTA EL VÍA CRUCIS.

En el Viernes Santo se recuerda la Pasión de Jesús, desde la traición de su discípulo Judas Iscariote hasta Su muerte en la Cruz y Su sepulcro. Cada detalle de la Pasión de Jesús está resumido en la representación del Vía Crucis.

Este es el día para acompañar a Cristo con su Cruz. Se recuerda el juicio inicuo del Sumo Pontífice y todo el Sanedrín intentando presentar falsas pruebas, testigos y acusaciones contra Jesús sin éxito. Sólo cuando el Sumo Sacerdote le pregunta "¿Eres Tú el Cristo, el Hijo del Bendito? y Jesús respondió al Sumo Sacerdote "Yo Soy. Y veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Padre viniendo entre las nubes del Cielo " es que éste obtiene la justificación de acusarle por blasfemo, para ser condenado a muerte. Sin embargo, la ley no le permite a los judíos condenar a muerte, es por eso que Jesús es llevado donde el gobernador romano Poncio Pilatos (Judea era provincia conquistada por el imperio romano y por ello bajo su jurisdicción).

Pilato interroga y juzga a Jesús y aún sin encontrar razón alguna para condenarlo a muerte busca la manera de safarze de dicha situación, cuando escucha que los sacerdotes le acusaban de crear escándalo desde Galilea hasta Jerusalén. Reconociendo a Jesús como Galileo, pilatos decide enviarle a Jesús a Herodesm por ser de su jurisdicción las ciudad de Galilea.

Herodes era hijo del rey Herodes que había ordenado la muerte de miles de niños sólo porque quería matar a Jesús y conociendo éste la historia del niño que su padre había intentado matar y sabiendo que ese niño era llamado Mesías, Rey de los Judíos, sale ansioso a interrogar a Jesús de quien se burla por no ser lo que esperaba (un gran rey) y ordenando a sus esclavos y servidores el burlarse de Jesús lo devuelve a Pilatos sin encontrar en él causa para matarle.

Pilatos quien no recibe la decisión de Herodes de devolverle a Jesús de buena gana, a causa del escándalo ocasionado, le manda flagelar para satisfacer a la muchedumbre -que estaba pagada por el Sumo Pontífice y el Sanedrín para pedir la muerte de Jesús. Luego de una brutal flagelación Pilatos cede ante las presiones del Sumo Sacerdote y el Sanedrín y lavándose las manos les entrega a Jesús para que sean ellos quienes le maten porque él lo encuentran inocente.

Desde aquí se inicia el encarcelamiento de Jesús, la preparación de Su Cruz por los trabajadores del Sanedrín y su largo camino hasta el Calvario donde es seguido de cerca por Su Santísima Madre María, su fiel discípulo Juan, María Magdalena y María la hermana de su madre, además de otras mujeres y hombres piadosos que le seguían de lejos.

Las Siete Palabras de Jesús en la Cruz.

"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" Lucas 23.34
"Hoy estarás conmigo en el Paraíso" Lucas 23.43
"He aquí a tu hijo, He aquí a tu madre" Juan 19.26
"Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado" Mateo 27.46
"Tengo Sed" Juan 19.28
"Todo está consumado" Juan 19.30
"Padre en tus manos encomiendo mi espíritu" Lucas 23.46

Luego de su muerte en la Cruz, los judíos pidieron a Pilatos que les rompieran las piernas a los crucificados porque el sábado era un día de celebración y de guardar y los cuerpos no podían quedarse ahí para el siguiente día por lo que apresuraban su muerte, sin embargo, el soldado romano al ver a Jesús muerto le clava la lanza en el costado de donde brotó sangre y agua -sin romperle un hueso según las Sagradas Escrituras y lo dicho por los profetas.

Esta sangre y agua que brotó del costado de Jesús representados a través de la devoción de la Divina Misericordia (Santa Faustina Kowalska) por dos rayos: uno de color rojo y el otro de color blanco. El rayo de luz de color rojo representa la Sangre que da la vida y el rayo de color blanco representa el Agua que purifica las almas.

Nicodemo y José de Arimatea, judíos miembros del Consejo de Sacerdotes del Templo, pero que no habían estado de acuerdo con ese juicio inicuo al que sometieron a Jesús ni con las acusaciones en su contra, pidieron a Pilatos en secreto permiso para bajar su cuerpo de la Cruz, de donde le bajaron con ayuda de Su madre, Juan y las piadosas mujeres que ahí se encontraban aún. Le lavaron y ungieron preparando su cuerpo para la sepultura y lo colocaron en el sepulcro que José de Arimatea había comprado para sí, colocando una piedra delante de él le dejaron ahí por acercarse el día sábado.


El Viernes Santo es un día de duelo, el mayor de todos. Cristo muere. El dominio de la muerte, consecuencia del pecado, sobre todas nuestras vidas humanas alcanza incluso al jefe de la humanidad, el Hijo de Dios hecho hombre.

Pero, como todos los cristianos saben, esta muerte que Jesús ha compartido con nosotros y que fue tan atroz para él, respondía a los designios de Dios sobre la salvación del mundo y aceptada por el Hijo para nuestra redención. Desde entonces la cruz de Cristo es la gloria de los cristianos.

"Para nosotros toda nuestra gloria está en la cruz de nuestro Señor Jesucristo" y, hoy, lo repite la Iglesia y presenta la misma cruz para nuestra adoración: "He aquí el madero de la cruz, del cual pendió la salvación del mundo". Por ello, el Viernes Santo es al mismo tiempo que un día de luto, el día que ha devuelto la esperanza a los hombres; él nos lleva a la alegría de la resurrección.

La acción litúrgica con que la Iglesia celebra, por la tarde, la redención del mundo, debería ser amada de todos los cristianos. En este día, el recuerdo solemne de la Pasión, las grandes oraciones en que la Iglesia ora confiada por la salvación de todos los hombres, la adoración de la cruz y el canto de los improperios son algo más que ritos emocionantes; es la oración y el hacinamiento de gracias de los rescatados que, en comunidad, adquieren conciencia ante Dios de todo lo que el misterio de la cruz representa para ellos.

Jueves Santo












La liturgia del Jueves Santo está toda embebida en el recuerdo de la Redención. La función antiguamente de tres misas: La primera, en que se reconciliaban a los públicos penitentes, la segunda, en la cual se consagraban los Santos Óleos, y la tercera, para conmemorar muy especialmente la institución de la Sagrada Eucaristía en la Última Cena.

La Iglesia, celebra en la Eucaristía durante el curso del año los todos los misterios de la vida de Jesús, se apega hoy al recuerdo de la institución misma de este Sacramento inefable y del Sacerdocio Católico.

Esta misa realiza de un modo muy especial la orden dada por Jesús a sus sacerdotes de renovar la Última Cena en que Jesús, en los momentos mismos en que tramaban su muerte, instituyó el misterio de perpetuar entre nosotros su presencia. Por eso la Iglesia, suspendiendo un instante su duelo, celebra el Santo Sacrificio en este día con santo júbilo, reviste a sus ministros con ornamentos blancos y festivos, y canta el Gloria como a vuelo de campanas, las cuales enmudecerán hasta la Vigilia Pascual.

En la Epístola nos dice el Apóstol que la Misa es el "Memorial de la muerte de Jesús". Era necesario el sacrificio del altar para que pudiésemos comulgar la Víctima del Calvario y aplicarnos sus méritos. Y así la Eucaristía, que toma todo su valor del sacrificio de la cruz, comunica a su vez una universalidad de tiempo y de lugares.

El mismo Salvador se encarga de hacer las abluciones prescritas por los judíos en el curso del festín (Ev), mostrándose con ello cuál es la pureza y la caridad que Dios exige a los que quieren comulgar, para no exponerse como Judas a ser reos del Cuerpo y Sangre del Señor (Ep).


Participemos todos hoy de este Ágape, de este festín de la Caridad. Ésa es la intención de nuestra Santa Madre Iglesia. No dejemos de ir a recibir en este Jueves Santo la Sagrada Víctima que se inmola en el altar, y así cumpliremos santamente con nuestro deber; precisamente en este día se nos recuerdan los todos los detalles de la institución del Sacerdocio y del Sacrificio Eucarístico.

Carta del Santo Padre
Juan Pablo II a los Sacerdotes
para el Jueves Santo del 2003


Jueves Santo

MISA VESPERTINA DE LA CENA DEL SEÑOR

INSTITUCION DE LA SAGRADA EUCARISTIA, INSTITUCION DEL ORDEN SACERDOTAL Y LAVATORIO DE LOS PIES (MANTDATUM).

El Jueves Santo es uno de los tres Jueves del año que "relucen mas que el sol". En este día celebramos por la tarde, la misa en la cual conmemoramos 3 acontecimientos de gran trascendencia para la vida de todo cristiano; la institución de la Sagrada Eucaristía, la institución del Orden Sacerdotal y el gran gesto de humildad del lavatorio de los pies.

Recordando un poco la Escritura, vemos que Jesús cumple como Judío con una ley que les obligaba a celebrar la Pascua por mandato de Yahveh (Ex 12,14). La forma de celebrarlo era mediante una cena similar a la que hicieron los Israelitas antes de su éxodo de Egipto (Ex 12,3-11), así que el día marcado, Jesús quiere celebrar con sus amigos esta Cena de Pascua (Lc 22,8-12) , la cual sería la ultima en es vida terrenal, pero la primera para gloria de Dios, ya que en esta, instituye los Sacramentos de la Eucaristía y del Orden Sacerdotal (Lc 22,19-20), pero como preámbulo de esto nos da un gran ejemplo de amor y humildad en el cual nos invita a imitarlo, por medio del "mandatum", momento en el cual, durante la Cena, Jesús lava los pies a sus discípulos (Jn 13,4-5).

Litúrgicamente hablando, esta misa es conocida como la misa de la Cena del Señor y NO como la misa del lavatorio, aunque dentro de esta se recuerde este acontecimiento. La celebración de la misa se have por la tarde a la hora más oportuna y procurando la participación de toda la comunidad local y de todos los sacerdotes y ministros si es que hubieren. Si el sacerdote ya participo por la mañana en la misa Crismal puede celebrar por la tarde, por razones pastorales. Esta misa no debe aplicarse por la intención de personas en particular.


La misa se divide en 4 partes:

· Ritos iniciales y liturgia de la palabra.
· Lavatorio de los pies.
· Liturgia eucarística.
· Traslación del Santísimo Sacramento.

Debe tomarse muy en cuenta que al inicio de la celebración, el sagrario debe estar completamente vacío. De tal forma que, hay que consagrar suficientes formas para la comunión de este día y del siguiente (Viernes Santo).

Se canta el himno del gloria, mientras se tocan las campanas a vuelo. Terminando el canto, ni las campanas ni instrumento musical se vuelven a tocar, en señal de tristeza y dolor, hasta la Vigilia Pascual.

En la liturgia de la palabra, escucharemos la lectura del libro del Exodo en donde veremos como Dios habla con su pueblo y les da las indicaciones para preparar la Cena Pascual. El Salmo responsorial será tomado del Salmo 115 "Gracias, Señor, por tu sangre que nos lava". Escucharemos también la Epístola de San Pablo a los Corintios en la cual nos recuerda la Institución de la Eucaristía y nos have ver cual es el alimento verdadero. Finalmente el Evangelio tomado de San Juan en el cual nos muestra Cristo su gran amor y humildad y nos invita a la confesión "el que no quiera lavarse no tendrá parte con El".

Después de la liturgia de la palabra se hará la homilía y después de esta, en un lugar apropiado, se dispondrán las personas designadas para que el Sacerdote, acompañado de sus ministros, lleve a cabo el lavatorio de los pies. Una vez terminado el lavatorio, omitiéndose el Credo, continua con la Liturgia eucarística.

Debe notarse que al terminar de repartir la comunión, el copón se depositará sobre el altar y no en el Sagrario. De ahí, terminada la Oración después de la Comunión, el Sacerdote tomará al Santísimo con el paño de hombros y lo llevara en procesión hasta el "Monumento", previamente levantado en otro sitio distinto al altar, mientras se canta el Pange Lingua. Una vez llegando al "Monumento", se deposita en el al Santísimo en la urna y se inciensa, mientras se canta el Tantum ergo, al final de este se cerrará la urna y se recomienda un momento de oración, al terminar, el Sacerdote regresará a la sacristía en absoluto silencio, NO hay bendición ni despedida.

Enseguida se desnuda el altar indicando así que desde ese momento, queda suspendido el Santo Sacrificio de la Misa, y se quitan las cruces y las imágenes de los santos, si algunas no se pueden quitar se recomienda que se cubran con un velo negro o morado.

Hay que tomar en cuenta que es muy importante en esta noche no dejar solo al Santísimo y destinar parte de nuestro tiempo para rezar y adorarlo con absoluta solemnidad.

Explicación de la Pasión



El martes, después de Jesús abandonar el Templo, subió ya al atar- decer por la colina del Olivar. "Dentro de dos día", dijo, "vendrá la Pascua; y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado".

La fiesta Pascual coincidía con la luna llena del equinoccio primaveral, porque entonces también fue cuando los hebreos habían salido de Egipto, y como su marcha fue tan precipitada, de ahí que no pudieron proveerse de pan, y por eso, los judíos no comían en esta fiesta pan fermentado. Era "la fiesta de los Ázimos".

Cuando los Evangelistas hablan del "1er día de los Ázimos", hablan del jueves, o sea, del principio del viernes, según el cómputo judío. Así que fue el jueves cuando San Juan y San Pedro por el Maestro a aderezar la sala del Cenáculo, en le piso superior de una casa.

Cuando el caer de la tarde, o sea, durante la primera vigilia, que duraba hasta las 9, subió a aquella sala Jesús con sus discípulos, se recostaron todos, según la usanza oriental, sobre lechos poco elevados, apoyando el brazo derecho sobre los cojines que solía haber en derredor de la mesa: Así es como San Juan, estando colocado a la derecha del Maestro, pudo fácilmente recostar su cabeza sobre el pecho del Señor. Y precisamente, mientras cenaban fue cuando Jesús, tomando en sus manos uno de los grandes panes ácimos delgados y anchos, como de unos 20 centímetros, lo convirtió en su Cuerpo, y dijo una oración eucarística, o de acción de gracias, como la hacía el padre de familia, quien antes de comer el cordero pascual, daba gracias a Dios por haber libertado a Israel de su cautiverio. Habiendo cenado y quedando aún por beber la última copa, conforme al rito mosaico, Cristo convirtió asimismo el vino en su Sangre, empleando para ello la fórmula que sellara Moisés la Antigua Alianza, en la sangre de las criaturas: "Ésta es la Sangre, el Testamento que Dios ha hecho para vosotros". Jesús añadió estas dos palabras: "Ésta es Mi Sangre…del NuevoTestamento. El legislador judío, al hablar de la Pascua, centro de toda la vida religiosa de Israel, había dicho: "Guardaréis el recuerdo de este día, y lo celebraréis de generación en generación, porque es una institución eterna". Así también, el Señor, mandó a sus Apóstoles, y "en ellos a todos sus sucesores en el sacerdocio", añade el Concilio de Trento, que consagrasen "ese Pan y ese Cáliz en memoria suya". El Cordero inmolado hace más de 1500 años por los hijos de Israel, ha sido sustituido por el Cordero de Dios que inmolaremos hasta el fin de los siglos, y la Misa, que se identifica con la Cena y el Calvario, se convertirá en el centro religioso del mundo cristiano.


Último Discurso de Jesús – Getsemaní. Terminada la cena, pronunció Jesús el sublime discurso, que viene a ser como su testamento, y cuya segunda parte la reservó para cuando iban del Cenáculo a las afueras de la ciudad. Pasaron por la puerta que se encuentra no lejos de la piscina de Siloé, y subieron luego por el valle del Cedrón, a lo largo del barrio de Ofel, para llegar hasta el huerto de Getsemaní, situado en la falda del Olivete. Allí fueron también testigos de su agonía, tres veces renovada, los tres discípulos que habían presenciado su Transfiguración. Judas que había vendido a su Maestro por la suma irrisoria de treinta denarios, vino con el jefe de una cohorte romana y sus soldados y con los guardianes del Templo enviados especialmente por el Sanedrín. Era ya muy de noche, y todos ellos entraron con Jesús en Jerusalén, volviendo a subir las laderas del norte de la ciudad, y se fueron directos al palacio de los Sumos Sacerdotes.

El Proceso religioso ante Anás y Caifás. Iba ya a instruirse el proceso religioso, porque era la autoridad religiosa la que debía preguntar a Jesús si se creía verdaderamente Hijo de Dios. El Sanedrín lo componían 70 miembros, a cuya cabeza estaban los príncipes de los sacerdotes, siendo presidente el Sumo Sacertote. Anás se las había apañado para que este cargo pasara sucesivamente a cinco de sus hijos y luego a su yerno Caifás, precisamente en el año de la muerte del Señor. Los representantes de la religión judía esperaban como Mesías a un rey guerrero, que les libertara por la fuerza del yugo romano.

Jesús fue conducido primero a casa de Anás, suegro del Gran Sacerdote. No siendo entonces pontífice, tampoco era competente para juzgar a Cristo, el cual bien se lo dío a entender. El negocio iban mal encauzado, y hubo que acudir al tribunal del mismo Gran Pontífice, Caifás.

Éste esperaba ya a Jesús en otra ala de su palacio, sentado según costumbre, sobre una plataforma y con las piernas cruzadas. En torno suyo estaban los otros sacerdotes formando hemiciclo y sentados también en el suelo sobre cojines. El procedimiento era desde luego ilegal, porque el juicio se había de celebrar de día y delante de testigos. Eran como las nueve de la noche, y los testigos fueron cogidos en flagrante delito de impostura. Caifás, reventando de cólera, abjura entonces solemnemente (contra, la Ley mosaica, que en este caso anulaba la confesión del reo) le diga si es el Hijo de Dios. Y Jesús, que tan sólo aguardaba este momento para hablar, afirma oficialmente su divinidad delante de la autoridad religiosa reunida en gran consejo. Entonces se le juzga merecedor de muerte y Jesús acepta la sentencia porque precisamente el ser Hijo de Dios le habilitará para dar un valor infinito al sacrificio que va ofrecer a Dios , Padre suyo, por sus hermanos los hombres.

Jesús aguanta los escarnios de los siervos del Sumo Sacerdote - Arrepentimiento de San Pedro – Desesperación de Judas.

Durante el resto de la noche entrega a Jesús al poder los criados de los sacerdotes, que blasfeman y le cubren de salivazos.

En esa misma noche, Pedro que había seguido aunque de lejos a Jesús, fue introducido por Juan en el patio del palacio del Sumo Sacerdote, en donde renegó por tres veces de su Maestro; más al oír el tercer canto del gallo, salió de allí y "lloró a voces y con grandes gemidos", según el dice el texto griego.

Al amanecer, se reunió nuevamente el gran Sanedrín para dar su sentencia, -la cual había fallarse de día- siquiera para darle cierto viso de legalidad. Volvió a comparecer Jesús ante el Tribunal, y habiéndose declarado nuevamente el Hijo de Dios, de nuevo fué también condenado.

Judas vino a reconocer entonces la magnitud de su crimen, y roído del remordimiento, se fué al Consejo de los Sacerdotes todavía congregados y confesó "que había pecado al entregar la sangre del Justo". Desesperado el traidor ante la respuesta del Consejo, desparramó por el Templo las monedas de plata que había recibido en pago, y bajando la cerca de la piscina de Siloé, se internó por la profunda hoz por donde se precipita el torrente de Hinnón, y en el lugar que se llama Gehenna (Ge-Hinnón) "allí se ahorcó", y, habiéndose roto el cordel, su cuerpo cayó de cara contra tierra.

Proceso civil ante Pilatos. Pero el derecho de vida y de muerte pertenecía sólo a Roma, de quien en estos tiempos dependía la Palestina. Era, pues, preciso llevar la causa al Procurador romano, y entonce condujeron a Jesús al pretorio de Poncio Pilato, situado en la ciudadela Antonia, en donde no osaron entrar los judíos por temor de contaminarse, al pisar los umbrales de un solar pagano en las fiestas de Pascua.

Iba a instruirse el proceso civil de Jesús. Pero ante ese nuevo tribunal era preciso llevar algún crimen político. El Mesías para los judíos debía ser un monarca terreno, y por eso acusaban a Jesús, que se decía el Mesías, como rey competidor del César. En este nuevo terreno se repitió punto por punto el mismo procedimiento que el de la noche anterior: igual silencio de Jesús ante los falsos testigos, igual afirmación oficial de su espiritual realeza ante el mundo pagano, representado ahora por aquellos que poseían el imperio del mundo; idéntico maltratamiento de los soldados romanos.

Pero Jesús, que en realidad presidía toda aquella tormenta, no quería ser condenado sino como Hijo de Dios y Rey de las almas; y de ahí que ladeara la causa al terreno puramente religioso: " Mi reino no es de este mundo". Esto ya no era competencia de Pilatos, y de ahí que hasta el fin se empeñara en declararle del todo inocente. Los judíos acudieron entonces a la intimidación, y Pilatos, demasiado débil para usar de toda su autoridad ante una turba que se hubiera vengado de él acusándole ante los altos poderes, echa mano de múltiples ensayos para salvar sus propios intereses, sin desatender de las protestas de un resto de conciencia pagana y supersticiosa, que teme de un modo vago algún castigo de los dioses.

Jesús delante de Herodes – Es conducido a Pilatos -
Es preferido Barrabás – La flagelación.

Herodes. Enterándose Pilatos que Jesús era galileo, le envió a Herodes. Este tetrarca de Galilea era hijo de Herodes el Grande, el que mandó degollar a los Inocentes, cuando los magos le anunciaron que acababa de nacer el "Rey de los Judíos". Humillado por el silencio del Señor, quiso también Herodes humillar a los judíos, vistiendo a Jesús con una túnica blanca de los candidatos a la realeza que éstos le negaban.

Barrabás. Tampoco logró mayor éxito el paralelo establecido entre un asesino y Jesús.

La Flagelación. Era ésta un suplicio reservado a los esclavos. El paciente, despojado de sus vestidos, tenía las manos atadas a la argolla de un poste. El verdugo, armado de un látigo de delgadas correas rematadas por huesecillos, las hacía caer acompasadamente sobre las encorvadas espaldas de la pobre víctima. Las correas, al cruzar de lado a lado el cuerpo, llegaban hasta abrir en él hondos surcos, desgajándose pedazos de carne, y manando la sangre a borbotones.

En tan lastimoso estado es presentado Jesús a las turbas, cubierto con un manto de color púrpura, con corona y cetro de junco marino. Los judíos comprenden toda la ironía de tal escena.

La Condenación. Entonces se arrojaron despechados sobre su título de Hijo de Dios, que será la causa única de su muerte. Pilatos que se rinde ante el argumento decisivo: "te denunciaremos al César", piensa encontrar un postrer ardid para tranquilizar a los judíos, y muestra, por el acto simbólico de lavarse las manos, cómo ante su tribunal Jesús es inocente, y que no se los entrega sino porque ellos pretenden que sus leyes le condenan; y en esta misma idea se sostendrá hasta el último momento, haciendo colgar en su cruz un rótulo escrito en tres lenguas, que indicaba, según era costumbre, la causa de su condenación. Decía aquél: "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos". El cobarde de Pilatos es culpable de homicidio.

El Camino del Calvario. – La Crucifixión. –
Agonía de Jesús en la Cruz.

A eso de las 11, Jesús salió del Pretorio. La Vía Dolorosa empezó en el camino que baja al valle del Tyropeón y torna a subir hacia el este, en rápida pendiente hasta las puertas de la ciudad. Allí, y ya afuera de las murallas, está el monte Gólgota, en donde solían tener lugar las ejecuciones.

Jesús padeció su postrer suplico en medio de las más densas tinieblas que reinaron desde el mediodía hasta las tres y que se pudieron ver en todo el imperio romano.

La muerte en cruz era el más atroz de los suplicios, porque la víctima, necesariamente inmovilizada, debía soportar durante varias horas todo el peso del cuerpo, que cargaba sobre los brazos extendidos. Esa horrible tensión traía la sangre al rostro, congestionándolo, y al pecho, provocando un dolor insufrible, especialmente caracterizado por abrazadora sed. Morir crucificado era morir de puro dolor y en la más angustiosa de las agonías. Por la tarde se trataba de abreviarla, quebrándole las piernas al ajusticiado, cuyos pies estaban como un metro sobre el suelo.

La Muerte de Jesús y Su Sepultura. Llegó el momento decisivo en que va a obrarse la Redención del humano linaje. Jesús va a sellar con su sangre todos los actos de su vida, para que éstos sean actos redentores; y para demostrar cómo no muere forzado, sino por amor de su Padre y los hombres, acepta que la muerte se cebe en su persona, mas expira dando un fuerte alarido que indica su fortaleza más que de león.

Eran como las tres de la tarde. A eso de las 5 fué desclavado de la cruz y sepultado de prisa, pues a las 6 empezaba ya el Sábado, "que este año era aún más solemne" por coincidir con el 15 de Nisán, el día más importante de todas las fiestas Pascuales, el cual simboliza el descanso en el que Jesús había entrado para siempre.

Los judíos no tenían cementerios público; así que cada cual se preparaba su monumento funerario en alguna finca propia, a menudo a entrambos lados de los grandes caminos. José, que era natural de Arimatea, pueblo de Judea, colocó el cuerpo de Jesús en un sepulcro que para sí mismo se había cavado en la roca, sito en un huerto junto al lugar en que murió el salvador. Nicodemo había traído como unos 32 kilogramos de perfume para embalsamarlo provisionalmente. Luego se cerró el sepulcro con una gran losa en forma de rueda de molino, y por lo mismo muy difícil de mover. Las santas mujeres se volvieron entonces a la ciudad y compraron aromas, con intención de sepultar el cuerpo de Jesús con mayor cuidado, después del descanso sabatino.

CATEQUESIS DEL TRIDUO PASCUAL

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FUENTE Y CUMBRE DEL PROYECTO DIVINO

Con la celebración del Domingo de Ramos, los católicos damos inicio a la Semana Santa o Mayor. Participamos activamente en las distintas celebraciones que conmemoran estos Misterios; sin embargo, muchos aún ignoran el sentido y significado de estos Días Santos y se pierden en el folclor y la superficialidad. ¿Qué es lo que celebramos en la Semana Santa? ¿Por qué lo hacemos así, y no de otra manera?

Todos los años en el "Sacratísimo Triduo del Crucificado, Sepultado y Resucitado" o Triduo Pascual, que se celebra desde la Misa Vespertina del Jueves o de La Cena del Señor hasta las Vísperas del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra, "en íntima comunión con Cristo su Esposo", los grandes misterios de la redención humana.

Meditamos sobre el significado de los tres días más importantes de la Semana Santa: El Triduo Pascual, con la intención de que, podamos vivir, de manera más consciente y activa, cada una de las celebraciones.

1. Triduo Pascual: Tres días, una realidad.
La palabra «Triduo» sugiere la idea de preparación. Para vivir la fiesta de un santo, nos preparamos con tres días de oración en su honor, o pedimos una gracia especial mediante un triduo de plegarias de intercesión. Esta idea era la que antiguamente se consideraba en el Triduo Pascual: Tres días de preparación a la fiesta de Pascua que comprendía el jueves, el viernes y el sábado de la Semana Santa. Se trataba de un triduo de Pasión.

Hoy, en el nuevo calendario y en las normas litúrgicas propias para la Semana Santa, el enfoque es diferente.

El triduo se presenta no como un tiempo de preparación, sino como parte esencial de la Pascua; es decir, ya no es sólo el Triduo de la Pasión, sino también de la Resurrección, abarcando así la totalidad del Misterio Pascual.

El Calendario Litúrgico lo define de manera certera: «Cristo redimió al género humano y dio perfecta gloria a Dios principalmente a través de su Misterio Pascual: Muriendo destruyó la muerte y resucitando, restauró la vida. El Triduo Pascual de la Pasión y Resurrección de Cristo es, por lo tanto, la culminación de todo el Año Litúrgico... Por lo que el triduo comienza con la Misa vespertina de la Cena del Señor (Jueves Santo por la tarde), alcanza su cima en la Vigilia Pascual y se cierra con las Vísperas del Domingo de Pascua».

a. Comunión con la Sagrada Escritura y la Tradición.
La unificación de la celebración Pascual está acorde con el espíritu del Nuevo Testamento y con la tradición cristiana primitiva. Cristo, cuando aludía a su Pasión y Muerte, nunca las disociaba de su Resurrección. El Evangelio del miércoles de la segunda semana de Cuaresma, habla de ellas en conjunto: «Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles para que se burlen de Él, lo azoten y lo crucifiquen, y al tercer día resucitará» (Mt 20, 17-28).

Los Padres de la Iglesia, como San Ambrosio de Milán y San Agustín de Hipona, concebían el Triduo Pascual como un todo que incluye el sufrimiento de Jesús y su glorificación. Por tanto, la Pascua cristiana consiste esencialmente en una celebración de tres días, que comprende las partes sombrías y las facetas brillantes del Misterio Salvífico de Cristo.

Las diferentes fases del Misterio Pascual se extienden a lo largo de los tres días, como en una especie de tríptico: Cada uno de los tres cuadros ilustra una parte de la escena; juntos forman un todo. Cada cuadro es en sí completo, pero debe ser visto en relación con los otros dos.

b. Una buena enseñanza.
La unidad del Misterio Pascual enseña que el dolor no sólo es seguido por el gozo, sino que ya lo contiene en sí. Jesús mismo lo expresó: En la Última Cena dijo a sus Apóstoles: «Vosotros os entristeceréis, pero vuestra tristeza se cambiará en alegría» (Jn 16, 20). Tal pareciera que el dolor fuese uno de los ingredientes imprescindibles para forjar la alegría. La metáfora de la mujer con dolores de parto expresa maravillosamente lo anterior: Su dolor, efectivamente, engendra alegría, la alegría «de que al mundo le ha nacido un hombre».

Las realidades que nos rodean expresan, también, esta misma idea: Todo el ciclo de la naturaleza habla de vida que sale de la muerte: «Si el grano de trigo, que cae en la tierra, no muere, queda solo; pero si muere, produce mucho fruto» (Jn 12, 24).

La vida es una extraña y compleja mezcla de dolor y alegría. Actualmente, muchas personas tratan de huir del dolor y experimentar, como sea posible, placer y gozo. Sin embargo, Cristo nos indica cuál es el camino: No es sufrir por sufrir, pero tampoco es evitar el dolor a toda costa, porque el camino de la Cruz es también el de la Resurrección; el del dolor, es el camino del gozo.

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2. Jueves Santo: Celebración de la Cena del Señor
El Jueves Santo por la tarde inicia el Triduo Pascual con la celebración de la Misa de la Cena del Señor.
En recuerdo de aquella noche en que Jesús celebró con sus Apóstoles la Última Cena, la Iglesia conmemora la institución de la Eucaristía, del Sacerdocio Ministerial y la institución del Mandamiento Nuevo, el del Amor.

a. Signos de la celebración de este día
1º El lavatorio de pies
Esta antigua tradición se realiza como remembranza de lo que Jesús hizo con sus Apóstoles el Jueves Santo (Jn 13,3-5).
Para esto se seleccionan doce personas representativas de la comunidad, a fin de que el sacerdote celebrante les lave los pies.

Este gesto significa el servicio y el amor del Señor Jesús que ha venido «no para ser servido, sino para servir» (Mt 20,28). San Juan ve este gesto como la inauguración del camino Pascual de Cristo; donde en verdad mostró el Señor su actitud de servicio: Fue en la Cruz. Allí no se despojó del manto, sino de la vida misma, «se despojó de su rango» y demostró que era «el que sirve» y el que se entrega por los demás, porque «no hay amor más grande que el dar la vida por los amigos». Con el gesto del lavatorio de los pies adelantaba, simbólicamente, lo que iba a hacer en la Cruz.

Con este gesto queda muy clara la misión de la Iglesia en el mundo: Servir. «Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como Yo he hecho con vosotros» (Jn 13,15).

2º El solemne canto del “Gloria”
Antes de rezar la Oración Colecta, se canta, de manera solemne, el Himno de «El Gloria», mientras se repican las campanas en el exterior y en el interior del templo. El Canto anuncia que la Iglesia entra en un periodo de duelo por su Señor, en la celebración de la Resurrección, se entona otra vez «El Gloria» y se repican de nuevo las campanas. En este lapso, las campanas son sustituidas por matracas, y no se recita este Canto.

3º Adoración al Santísimo Sacramento
Este día en el que se conmemora la institución de la Eucaristía, se hace una adoración especial al Santísimo Sacramento. Una vez concluida la Misa del Jueves Santo, el Santísimo Sacramento es trasladado a la Capilla del Santísimo, o a un altar o “monumento”, previamente dispuesto.

Esto ayuda a recordar a la comunidad que siempre existe la reserva del Santísimo, que la Eucaristía es también el Sacramento de la presencia real del Señor Jesús, y que por amor a nosotros se quedó para ser el «Dios con nosotros» cumpliendo su promesa: «Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

La capilla debe estar adornada con flores y cirios para conservar el Pan Eucarístico destinado a la Comunión del Viernes de La Pasión del Señor, porque en este día no hay consagración.

b. Austeridad y recato
Tras esta celebración, los altares son despojados de sus manteles, retiradas las cruces o cubiertas con un manto morado. Las imágenes se revisten de un manto morado como signo del luto que se guarda en la Pasión de Jesucristo y se retiran las flores.

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3. Viernes Santo: Crucifixión y Muerte del Señor.
a. La procesión del Viernes Santo
Este día la Iglesia celebra la Muerte Salvadora de Cristo. En el Acto litúrgico de la tarde, medita en la Pasión de su Señor, intercede por la salvación del mundo, adora la Cruz y conmemora su propio nacimiento del costado abierto del Salvador (Jn 19,34).
Entre las manifestaciones de piedad popular del Viernes Santo, destaca el Vía Crucis. La procesión se desarrolla, por lo general, en un clima de austeridad, de silencio y de oración, con la participación de numerosos fieles, sin embargo, es necesario que estas manifestaciones nunca aparezcan ante los fieles, ni por la hora ni por el modo de convocatoria, como reemplazo de las celebraciones litúrgicas propias del día.

El Vía Crucis, son verdaderas "representaciones sagradas", que con razón se pueden considerar un ejercicio de piedad. Éstas hunden sus raíces en la Liturgia. Algunas de ellas, nacidas en el coro de los monjes, mediante un proceso de dramatización progresiva. Es deseable que las representaciones de la Pasión del Señor no se alejen de este estilo de expresión sincera y gratuita de piedad, para convertirse en manifestaciones folclóricas, que atraen no tanto el espíritu religioso cuanto el interés de los turistas.

Este es uno de los días más peculiares dentro del Año Litúrgico, es el único del año en que no hay Sacrificio Eucarístico (Misa) para unirnos a la Pasión del Señor. No hay Eucaristía, pero sí una celebración litúrgica de la Muerte del Señor, una celebración de la Palabra que concluye con la adoración de la Cruz y con la Comunión eucarística.

Es una celebración sencilla, sobria, que se centra en la Muerte del Señor Jesús. Su estructura pensada, equilibrada, con proporción entre la escucha de la Palabra de Dios y la acción simbólica de la Adoración de la Cruz y su veneración con el beso personal de todos los fieles. Debemos captar la dinámica de esta celebración, y aprovechar espiritualmente toda su fuerza, pues en la misma celebración:

Ø Proclamamos el Misterio de la Cruz, en las lecturas de la Palabra.
Ø Invocamos la salvación del mundo por la fuerza de esa Cruz.
Ø Adoramos la Cruz del Señor Jesús.
Ø Y participamos del Misterio de esa Cruz, del Cuerpo entregado, comulgando de Él.

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b. Signos de la celebración de este día
1º La postración
En esta celebración no hay canto de entrada. El sacerdote, revestido de color rojo, porque celebramos la Muerte martirial de Cristo, se postra en el suelo antes de llegar al altar. Esta postración, que constituye un rito propio de este día, significa tanto la humillación del hombre terreno, cuanto la tristeza y el dolor de la Iglesia. El resto de los fieles se arrodillan a la postración del sacerdote y se ora en silencio por unos instantes, recordando precisamente nuestra «pequeñez» y el dolor por el sufrimiento del Señor.

2º Lectura de la Pasión
El Evangelio: La Pasión, según San Juan, constituye el centro de la celebración. Por eso, se proclama entre varios lectores y el sacerdote hace las veces de Jesucristo. Durante la lectura, cuando se dice: «E inclinando la cabeza, entregó el espíritu», la asamblea se arrodilla y permanece en silencio; este gesto simboliza la unión de la Iglesia, a los sufrimientos del Señor, y la contemplación de este Misterio. No debe ser un tiempo muerto; debemos trasladarnos a los momentos de la Pasión y meditar sobre ello.

3º Oración Universal
La Oración Universal o peticiones es solemne y de tinte clásico. Con la confianza puesta en el Señor, que muere en la Cruz, que es nuestro Mediador y nuestro Sumo y Eterno Sacerdote, pedimos al Padre la salvación para todo el mundo. Las oraciones expresan el valor universal de la Pasión de Cristo, clavado en la Cruz para la salvación de todo el mundo.

Actualmente la Oración del Viernes Santo tiene cuatro intenciones por la Iglesia, otras cuatro por los creyentes o no creyentes, y dos más por los gobernantes y los que sufren de alguna manera.

4º La adoración de la Cruz
Es el gesto más representativo de este día. El sacerdote celebrante ingresará al recinto sagrado con la cruz en alto, la irá descubriendo y entonará: «Mirad el árbol de la Cruz, donde estuvo clavado Cristo, el Salvador del mundo», a lo que los fieles responden: «Venid, y adoremos».

Después, los fieles pasan, uno a uno, a adorar la cruz mediante un beso. Con este gesto, reconocemos en el madero el instrumento de la salvación traída por Cristo y, en Él, adoramos al Dios de la vida que sufrió una muerte cruenta por amor.

c. Austeridad y recato
Concluida la celebración, los manteles se retiran del altar y todo adorno del templo, como signo del luto de la Iglesia. Se consumen todas las Hostias Consagradas y los sagrarios quedan vacíos (salvo las que se guardan para la Comunión de los enfermos). Se espera desde ya la Resurrección del Señor.

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4. Sábado Santo: La Vigilia Pascual.
a. El recuerdo de la Virgen de los Dolores
Dada su importancia doctrinal y pastoral, se recomienda no descuidar el "recuerdo de los dolores de la Santísima Virgen María". La piedad popular, siguiendo el relato evangélico, ha destacado la asociación de la Madre a la Pasión salvadora del Hijo (Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a diversos ejercicios de piedad entre los que se deben recordar:

- Los Dolores de María, expresión intensa de dolor, la Virgen llora no sólo la muerte del Hijo, inocente y santo, su bien sumo, sino también la pérdida de su pueblo y el pecado de la humanidad.

- La "Soledad de María", en la que los fieles, con expresiones de conmovedora devoción, "hacen compañía" a la Madre del Señor, que se ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos.

– “El Pésame”, en María se concentra el dolor del universo por la muerte de Cristo; ella es la personificación de todas las madres que, a lo largo de la historia, han llorado la muerte de un hijo. Este momento, no se debe limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre.

"Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la oración y el ayuno su Resurrección".

b. La "Hora de la Madre"
En María está como concentrado todo el cuerpo de la Iglesia, por esto la Virgen María, que permanece junto al sepulcro de su Hijo, tal como la representa la tradición eclesial, es imagen de la Iglesia Virgen que vela junto a la tumba de su Esposo, en espera de celebrar su Resurrección.

En esta intuición de la relación entre María y la Iglesia se inspira el ejercicio de piedad de la Hora de la Madre: mientras el cuerpo del Hijo reposa en el sepulcro y su alma desciende a los infiernos para anunciar a sus antepasados la inminente liberación de la región de las tinieblas, la Virgen, anticipando y representando a la Iglesia, espera llena de fe la victoria del Hijo sobre la muerte.

Durante todo el día permanecemos acompañando a María en su dolor y soledad, y en la espera de la Resurrección del Señor. En la noche del sábado y la madrugada del domingo, se realiza la celebración de la Vigilia Pascual.

c. La Solemne Vigilia Pascual
Según una antiquísima tradición, ésta es una noche de vela en honor del Señor, y la Vigilia de esta noche santa en la que el Señor resucitó, se considera como «la Madre de todas las Vigilias». Durante ésta, la Iglesia espera la Resurrección del Señor y la celebra con los Sacramentos de la iniciación cristiana. La celebración de la Vigilia Pascual se realiza durante la noche; por eso se designa una hora para que la Vigilia no empiece antes del inicio de la noche, ni tampoco que concluya después del alba del domingo.
Estructura de la Celebración:
  • Primera Parte: Encendido del lucernario y Cántico del Pregón Pascual
  • Segunda Parte: Liturgia de la Palabra, la Iglesia contempla las maravillas que Dios ha hecho en favor de su pueblo desde los primeros siglos
  • Tercera Parte: Liturgia Bautismal;
  • Cuarta Parte: La Iglesia es invitada a la Mesa, preparada por el Señor, memorial de su Muerte y Resurrección, en espera de su nueva venida.
1º Primera Parte: El Lucernario y el Pregón Pascual
La Vigilia comienza fuera del templo, donde se ha preparado previamente una fogata. Los fieles llevarán en las manos velas encendidas porque se asemejan a quienes esperan el regreso de su Señor para que, cuando Él vuelva, los encuentre vigilantes y los haga sentar a su mesa (Lc 12, 35-ss).

Ø Bendición del Fuego y del Cirio.
El lucernario comienza con la bendición del fuego y del Cirio Pascual que representa a Cristo, Luz que ilumina a las naciones, y es el único que ingresa encendido al templo. El sacerdote, al bendecir el Cirio y marcarlo, reconoce a Cristo como principio y fin, Señor del tiempo y de la historia.

Ø Procesión.
El Cirio Pascual la encabeza, el pueblo va tras éste: Del mismo modo que los hijos de Israel en el desierto, durante la noche, eran guiados por una columna de fuego, así los cristianos siguen a Cristo Resucitado.

En la puerta del templo, los fieles encienden sus cirios del fuego del Cirio Pascual: Como símbolo de que la Pascua de Cristo tiene que ser también Pascua nuestra, y que estamos llamados a participar de su Luz y de su Vida. La procesión ingresa al templo aclamando: «Luz de Cristo. Demos gracias a Dios», y las luces del templo se van encendiendo progresivamente.

Ø Pregón Pascual.
La primera parte de la Vigilia concluye con el Canto solemne del Pregón Pascual: El Exultet (Alégrense) es un hermoso anuncio poético de lo será la fiesta de esa noche. Una invitación a la alegría de todo el cosmos y de la comunidad, porque es la noche de la vida y de la reconciliación definitivas.

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2º Segunda Parte: Liturgia de la Palabra
Las lecturas tienen una profunda coherencia. Se presentan como una clave para entender al Señor Jesús, su Misterio y la Historia de la Salvación en Cristo; hay que proclamarlas muy cerca del Cirio Pascual, símbolo de Cristo.

En la Vigilia Pascual, se proponen siete lecturas del Antiguo Testamento, que recuerdan las maravillas de Dios en la Historia de la Salvación, y dos lecturas del Nuevo y el anuncio de la Resurrección según los Evangelios sinópticos, y la lectura apostólica sobre el Bautismo cristiano como Sacramento de la Resurrección de Cristo. Las lecturas van acompañadas de un Salmo o cántico de meditación que prolonga su idea central en clima de oración. Cada bloque de lectura y canto concluye con una oración.

Estas oraciones muy antiguas, tomadas del Sacramentario Gelasiano, datan del siglo VII. La estructura de la Liturgia de la Palabra adquiere un carácter de diálogo: Dios que toma la iniciativa en la Historia de la Salvación, nos revela cuál es su plan de amor sobre nosotros, y cómo lo ha ido desplegando a través de la historia. Y nosotros que acogemos su iniciativa salvadora, su Palabra de vida y la meditamos en el corazón siguiendo el ejemplo de Santa María, la gran cooperadora de los planes de Dios y la oyente por excelencia de la Palabra.

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3º Tercera Parte: Liturgia Bautismal.
Después de escuchar la Palabra, se celebran los Sacramentos pascuales.
Se bautizan a los adultos mayores, Catecúmenos, que no han recibido el Sacramento y, a los niños, por el mismo sentido de la Resurrección. Si no se hay liturgia bautismal, sólo se bendice el agua que se utilizará en la pila bautismal o en los hogares de los fieles.



4º Cuarta Parte: La Eucaristía Pascual.
La comunidad cristiana, iluminada por la Palabra, rejuvenecida por el agua bautismal, se sienta ahora a la Mesa festiva de la Pascua, en la que su Señor la invita a participar de su Cuerpo y de su Sangre. Con la Eucaristía se termina el ayuno cuaresmal: Jesús se da a sí mismo como Alimento de Vida Eterna a su Iglesia.

La Eucaristía es el punto culminante de la Vigilia. Todo hasta este momento debe haber señalado a esta dirección, creciendo en intensidad.

Ø Canto de “El Gloria”.
Concluidas las lecturas del Antiguo Testamento, y para subrayar el paso al Nuevo Testamento, se entona el himno de «El Gloria» al tiempo que se hacen sonar las campanas, se encienden los cirios del altar más numerosos que de costumbre y se colocan flores en torno a éste.

Ø Letanía de los Santos.
Se reza la letanía de los Santos, si va a haber Bautismo, invocando su protección sobre los que se van a bautizar; se cantan de pie, no de rodillas.

Ø Bendición del Agua.
No sólo se trata de bendecir agua, sino de bendecir a Dios por todo lo que en la Historia de la Salvación ha hecho por medio de ella: la Creación, el paso por el Mar Rojo, el Bautismo de Jesús en el Jordán; pedimos que hoy, a través del agua, actúe su Espíritu de vida sobre los bautizados y la Iglesia.

En esta celebración, recordamos nuestro Bautismo, de ahí que renovemos las promesas bautismales con las velas encendidas. Luego, el sacerdote bendice a los fieles con agua, como un gesto simbólico del Bautismo.

Termino esta Catequesis, recordando a Juan Pablo II:
"El misterio de la Cruz y de la Resurrección nos asegura, que el odio y la violencia, la sangre y la muerte, no tienen la última palabra de las vivencias humanas. La victoria definitiva es de Cristo y tenemos que volver a empezar desde Él si queremos construir para todos un futuro de Paz, Justicia, y Solidaridad, auténticas". (Beato Juan Pablo II)

Después de consolar a María, Jesús le da un mensaje para los Apóstoles. Y fue María Magdalena y anunció a los discípulos: ¡He visto al Señor!, y a continuación les contó todo lo que había sucedido Nos imaginamos la alegría con que María pronunciaría estas palabras: ¡He visto al Señor! Es el gozo y alegría de todo apostolado en el que anunciamos a los demás, de mil formas distintas, que Jesús vive. No se nos ha concedido este gozo para que lo ocultemos en el secreto de nuestro corazón, sino para enseñarlo, para publicarlo a los cuatro vientos.

Quien encuentra a Cristo en su vida, lo encuentra para todos.
A nombre de todos quienes hacemos la Familia de Radio María, en Ecuador:

¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN, DIOS LES BENDIGA!
P. Marco Bayas O. CM

La pasión de Jesús en dibujos