Contigo, Señor, pueden ser santos
todos los días de mi existencia.
Si vivo en tu presencia, si te entrego mi amor,
y pongo mi confianza en tu providencia ilimitada;
si sé pedir perdón cuando te ofendo,
y si a la hora del dolor busco tu rostro
para aprender contigo
lo que es el sufrimiento redentor.
Si aprendo a compartir, Tú estás conmigo;
si en el gozo y el éxito vuelvo a Ti la mirada,
será santa mi vida, porque eso es santidad:
estar siempre contigo, mi Dios; hasta la eternidad.
Vivir y morir contigo es garantía
de la suprema ley de santidad.
Francis Pastor, cmf - Lunes 29 de Marzo del 2010
Por la mañana
Tienes entrada libre, Jesús, a este camino nuevo de tu sangre. Puedes hacerlo o retirarte. Pero ha llegado el momento de la decisión, la última etapa del camino. Hemos pasado largos ratos contigo, llenos de aventuras, sorpresas y transformaciones. Y yo sé que estoy en la víspera de ser testigo de la sorpresa más grande: tu paso decidido hacia el ocaso de tu carne, para alumbrar desde la humillación de tu muerte el día de la luz definitiva.
No vas a echarte atrás; no desertarás ni rechazarás esta HORA definitiva, aunque sabes que te van a pisotear hasta matarte. Y porque mueres nos das tu vida a los que, por nuestra condición de mortales, no teníamos posibilidad de vivir. "Sabiendo Jesús que había llegado su hora, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo ".
Como decía san Pablo, Dios nos libre de gloriarnos si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Tu cruz adoramos, Señor, y veneramos tu pasión gloriosa. Ten piedad de nosotros, tú que has muerto por nosotros.
Por la noche
En aquellos días primeros, recién iluminados, los cristianos, los discípulos de Jesús soportaban combates y sufrimientos; se exponían públicamente a insultos y tormentos, o se hacían solidarios de los que así eran tratados.
Compartían el sufrimiento de los encarcelados, aceptaban con alegría que les confiscaran los bienes, convencidos que tenían bienes mejores y permanentes. Hoy quizás, ¡seguro!, nos falta constancia para cumplir la voluntad de Dios. No vivimos tan intensamente de fe; nos acobardamos con frecuencia.
Que el Señor nos conceda esa fe que nos haga gente decidida, que nunca se echa atrás (cf. Hb 10,35-39).
Que realmente seamos valientes hasta la sangre, para cumplir tu voluntad, Padre Dios. Levanta nuestra débil esperanza; y con la fuerza de la pasión de tu Hijo protege nuestra fragilidad, fragilidad de humanos pequeñitos y cobardes.
todos los días de mi existencia.
Si vivo en tu presencia, si te entrego mi amor,
y pongo mi confianza en tu providencia ilimitada;
si sé pedir perdón cuando te ofendo,
y si a la hora del dolor busco tu rostro
para aprender contigo
lo que es el sufrimiento redentor.
Si aprendo a compartir, Tú estás conmigo;
si en el gozo y el éxito vuelvo a Ti la mirada,
será santa mi vida, porque eso es santidad:
estar siempre contigo, mi Dios; hasta la eternidad.
Vivir y morir contigo es garantía
de la suprema ley de santidad.
Francis Pastor, cmf - Lunes 29 de Marzo del 2010
Por la mañana
Tienes entrada libre, Jesús, a este camino nuevo de tu sangre. Puedes hacerlo o retirarte. Pero ha llegado el momento de la decisión, la última etapa del camino. Hemos pasado largos ratos contigo, llenos de aventuras, sorpresas y transformaciones. Y yo sé que estoy en la víspera de ser testigo de la sorpresa más grande: tu paso decidido hacia el ocaso de tu carne, para alumbrar desde la humillación de tu muerte el día de la luz definitiva.
No vas a echarte atrás; no desertarás ni rechazarás esta HORA definitiva, aunque sabes que te van a pisotear hasta matarte. Y porque mueres nos das tu vida a los que, por nuestra condición de mortales, no teníamos posibilidad de vivir. "Sabiendo Jesús que había llegado su hora, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo ".
Como decía san Pablo, Dios nos libre de gloriarnos si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Tu cruz adoramos, Señor, y veneramos tu pasión gloriosa. Ten piedad de nosotros, tú que has muerto por nosotros.
Por la noche
En aquellos días primeros, recién iluminados, los cristianos, los discípulos de Jesús soportaban combates y sufrimientos; se exponían públicamente a insultos y tormentos, o se hacían solidarios de los que así eran tratados.
Compartían el sufrimiento de los encarcelados, aceptaban con alegría que les confiscaran los bienes, convencidos que tenían bienes mejores y permanentes. Hoy quizás, ¡seguro!, nos falta constancia para cumplir la voluntad de Dios. No vivimos tan intensamente de fe; nos acobardamos con frecuencia.
Que el Señor nos conceda esa fe que nos haga gente decidida, que nunca se echa atrás (cf. Hb 10,35-39).
Que realmente seamos valientes hasta la sangre, para cumplir tu voluntad, Padre Dios. Levanta nuestra débil esperanza; y con la fuerza de la pasión de tu Hijo protege nuestra fragilidad, fragilidad de humanos pequeñitos y cobardes.